Capítulo 35

39 5 8
                                    

Capítulo 35


Aida se aproximó a la pequeña aún aturdida comprobando que se encontrase bien. A parte de su estado lamentable con el hematoma de un lado al otro de la cabeza, daba la impresión de no sufrir daños irreparables.

A pesar de la apariencia, había que solicitar una ambulancia para que le hiciesen un reconocimiento.
La inspectora alzó la mirada unos metros mas allá de la pequeña, descubriendo un bulto entre la maleza junto a un pino con un tronco enorme.

— ¡David!. — Llamó a la atención de su compañero Aida. — ¡David!. — Se encontraron las miradas. — ¿Que diablos hay ahí?.

El inspector alzó la mirada en la dirección que le mostraba la inspectora abandonando el cuerpo del feriante con los grilletes entorno a sus muñecas.

— No te muevas pequeña. — Dijo Aida encañonando con su arma a la cabeza del feriante de los dardos.
— Como te muevas un milímetro, te dejo como una regadera el cuerpo.

El feriante volvió la mirada hasta encontrarse con la de Aida, dibujando en su rostro una sonrisa macabra.

— Llegáis tarde cariño. — Dijo antes de recibir la patada de la inspectora en la boca, saltando por los aires dos dientes junto con una buena cantidad de sangre.
David se acuclilló ante lo que se ocultaba entre la hierba aplastada a lado del tronco del árbol. Miró en la dirección de Aida negando con la cabeza. Lo que estuviese junto al inspector carecía de vida.

Aida no pudo contenerse golpeando en el costado del cuerpo del feriante ante su risa que no cesaba.
La caja junto a la pequeña, emitió un sonido que alertó a Aida volviéndose para la pequeña con el arma encañonando al hijo de puta sobre el suelo.

Alicia, recibió la cadena de números sorprendiéndola por el paso del tiempo desde que pulso el botón negro en su interior.

15-1 ; 5-21 ; 26-19-5-21-20-22-1

La pequeña cadena de números continuó con un pitido estridente obligando a cubrirse los oídos a los dos inspectores.

De la caja brotó un remolino de fuego azulado, elevándose sobre la pequeña. Se desplazó un par de metros hasta situarse junto a Aida  sobre el cuerpo del feriante.

Se quedó en suspensión unos eternos segundo para descender sobre el cuerpo del asesino como el agua que cae desde un balde sobre la cabeza del incrédulo humorista al pasar por una puerta con la trampa esperándole en las películas de humor.

El fuego azulado recorrió cada centímetro del feriante provocándole gritos de dolor atroces. La piel comenzaba a desprenderse licuada a su alrededor a pesar de que la inspectora, a su lado, no notaba el calor de aquella combustión.

David simplemente miraba atónito desde la distancia el devenir de los acontecimientos.

Los ojos comenzaron a deslizarse por las mejillas, como dos huevos al ser estrellados contra una pared, hasta no dejar más que unos huesos negruzcos completamente calcinados con los grilletes entorno a las muñecas.

El fuego azulado volvió a elevarse ante la atenta mirada de Aida, retrocediendo su recorrido hasta la pequeña.

— ¡No!. — Fue lo único que surgió de sus labios antes que aquello desapareciese en el interior de la pequeña por la boca.

El silencio fue roto por el clic de la tapa al cerrarse. Aida se sobresaltó elevando el arma en la dirección del sonido.

— ¿Que se supone que es lo que hemos visto?. — Dijo David con la respiración y las pulsaciones a punto de estallar. — ¿Aida?.

— ¡No lo sé!. — Dijo la inspectora sin bajar el arma. — ¡No lo sé!.

En la cabeza de la pequeña comenzó a sonar la melodía de aquella ridícula canción. Junto a ella el señor del sombrero decía algo junto a su amiga Nerea.

— No os puedo oír. — Dijo Alicia. — No os entiendo.

El murmullo del anciano junto con Nerea, seguían sonando junto a ella, pero como si faltase sintonizar la frecuencia para que la voz llegase nítida hasta ella.

Alicia abrió una vez más los ojos, tratando de enfocar su mirada en algo. Se sorprendió al comprobar que esta vez todo volvía a estar nítido ante ella.
El hombre del traje junto con aquel sombrero de otra época, sonreía con su amiga a su lado.

Alicia veía sus bocas moverse sin recibir sonido alguno. Se incorporó acercándose a su amiga. Nerea le sonreía mientras pasaba su brazo por la cintura de aquel anciano. Este seguía gesticulando mirando a la pequeña con un brazo sobre los hombros de Nerea.

— ¡No os entiendo!. ¡No os oigo!.

La palabras de Alicia fueron correspondidas con un gesto de la mano derecha del hombre invitándola a que se acercará. Alicia no lo dudó. Se aproximó sin comprender que era lo que decían el anciano y su amiga.
Al llegar junto a ellos llegó con claridad las palabras de Nerea.

— ¿Partimos ya Mefisto?.
— Siempre habrá tiempo de volver. — Dijo pasando el otro brazo por los hombros de la pequeña.

David pedía efectivos en su localización. Al recibir la pregunta de que es lo que ocurría, no tenía clara una respuesta. Lo que sucedió ante sus ojos tenía que procesarlo con el paso de los años.

— Tan solo manda un par de dotaciones, y el juez que este de guardia. — David se paralizó observando a su compañera.
— ¿Algo mas señor?. — La voz desde el auricular esperaba una respuesta.

David miró a su compañera sin soltar el auricular.


Aida le devolvió el mismo gesto que le había hecho él, al comprobar el cuerpo destrozado de Nerea, negando con la cabeza mientras comprobaba con los dedos indice y medio el pulso en la carótida de Alicia.

— Tenemos dos cuerpos y unos restos ante nosotros. — A David se le entrecortó la voz.
— De acuerdo señor. Enviamos lo solicitado a su ubicación.

La voz que brotó del auricular se apagó junto con la llamada, bajando el inspector el teléfono a la altura de su pantorrilla,                  con un pitido parpadeante repitiéndose tras la ausencia de la conexión con el otro lado de la línea.

La cajaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora