Capítulo 14
La vuelta por la A8, fue de todo, menos con una conversación fluida. Tanto David como Aida, miraban más allá de las líneas en el asfalto que iban tragando a cada metro.
Lo último que les mostró el forense era más extraño si cabe que todo lo que conllevaba la puesta en escena de los difuntos entre aquellos cerezos.Al llegar al alto de Itziar, David salió dejando la autopista a su izquierda.
Aida se sobresaltó.
— ¿No íbamos a la base?. — Preguntó intrigada.
— Quiero volver a la escena del segundo crimen. Hay algo que no consigo quitarme de la cabeza. Si no voy, y no lo reviso nuevamente por mi mismo, no dormiré. Y una segunda noche... — Aida miró a su compañero por primera vez desde que dejaron atrás la capital.
— ¿Te refieres a lo del estómago?. — Intercambiaron miradas.
— ¿Que crees que pueda significar eso?. — David volvió a mirar un par de segundos a su compañera encogiéndose de hombros.
El silencio volvió a los dos compañeros comenzando el descenso a Deba.
— No te puedo dar una valoración sobre un estómago completamente envuelto en una especie de esparto marrón como el de los fontaneros. No puedo sacar una mínima conjetura de como se lo extrajeron, para volver a introducirlo y dejarlo completamente conectado al cuerpo como si no hubiese pasado nada.Simplemente no tengo una respuesta. ¿Alguna que hayas valorado tú?. — Aida miró a su compañero por el rabillo del ojo.
— Desestimando la opción de una casuística ritualista. — Comenzó con una reflexión. — No se me ocurre nada. Cuando vi los cuerpos y la escenografía con tanto detalle que transmitía el horror que tuvieron que padecer padre e hijo...
Aida permaneció unos segundos pensativa.
— Si pensé en algún ritual de algún grupo de tarados que se les fue de las manos.
— ¡Joder!. Como para no irse de las manos. Los destriparon para mostrar una escena a la que todos hemos llegado a la misma conclusión.
— ¡Ya!. — interrumpió Aida. — No me refería a eso en concreto. Lo obvio siempre es lo primero que descarto. Me refiero a un acto ritualista después de consumir algún tipo de droga alucinógena. Luego llegó lo que vimos entre los cerezos. ¡Pero no sé!. Después de esa última información, sobre el estómago envuelto en esa especie de esparto, como si fuese la rosca de un tubo... y para colmo... — volvió a hacer una nueva pausa deliberada — el estómago no fue extraído.— Todos los casos acaban viendo la luz. Y este no será menos.
David intentó minimizar lo que pasase por la cabeza de Aida. Que no era poco con tanta información como sacada de una película de serie B o incluso serie Z.
Estaba todo lo relacionado con los dos asesinatos. Que ya de por si, eran la hostia de mucho. Pero además, estaba el secreto de Aida. Ese que no se lo contó a nadie nuca y por el cual decidió ser policía ante el rechazo de todos y cada uno de familiares y amigos. Ella era especial.
Pero lo que no lo era tanto, era la situación con aquellos tres difuntos.
Uno, el parlanchín, era un bastardo con el cual desde el primer día, deseo haberlo conocido en vida, para darle un escarmiento. Ella sería la que le dejase el cuerpo hecho puré como el día de su muerte.
¿Pero y el padre e hijo?. Aquello si martirizaba a Aida. No podía complacerlos. Ayudarse mutuamente. Simplemente, era imposible. No disponían de boca para comunicarse.Dejaron Deba, siguiendo la línea de la costa en dirección a Mutriku. Sin tardar en volver a salir cada uno de sus elucubraciones.
Los primeros cohetes anunciando algún festejo, explotaban en el cielo azul dejando una humareda blanquecina.
Dejaron el pueblo accediendo al camino solitario hasta el valle de Olatz. No tardaron en llegar al mismo lugar de los hechos.Dejaron el coche policial, sobre la esquina del camino, descendiendo hasta los dos cerezos al fondo del Prado.
— ¿Que buscas concretamente?. — Preguntó con curiosidad la inspectora.
— Aún no lo sé. — Prosiguió pensando en voz alta. — Aquí asesinaron a un padre y a su hijo, destripando los dos cuerpos. Para luego hacer con ellos una escultura escenificando la vida y la naturaleza. O algo por el estilo quiso decir Antón. — El inspector se rascó pensativo la parte superior de la cabeza.— Pero no me puedo creer que los asesinos no dejaran nada. Ni un pelo. ¡Joder Aida!. Que para destripar a dos cadáveres y su posterior puesta en escena, por muy colocados que estuviesen, algo se les tuvo que escapar.
David observaba al milímetro la escena del crimen. Mientras Aida, junto al primer cerezo, miraba atentamente al padre y al hijo delante de ella, observando al policía con atención.
*************
El último día, aparte de la muerte horripilante del padre de Alex junto al Bar Ametsa, transcurrió feliz.
Las dos amigas disfrutaron de un día alegre. Sin contratiempos.
Ante la ausencia de los abusadores, uno ingresado en el hospital, y el otro desaparecido, las dos amigas disfrutaron de las barracas. Cenaron en la calle, para no perderse nada de lo programado por el ayuntamiento en el programa de fiestas y durmieron en casa de Alicia.
La caja, descansaba inerte al fondo del armario, tapada con una tonelada de ropa y material de la escuela. Alicia se encargó minuciosamente que hasta la caja no llegase nadie.Esa mañana, desayunaron en el balcón mirando los destellos que el mar lanzaba desde la lejanía hasta sus ojos aún dormidos.
Arkaitz tuvo una idea que se aprobó por unanimidad, sin resquicios ni preguntas.Ese día, iba a ser un día de playa completo. Arkaitz y Garbiñe prepararon una tortilla de patatas y una buena ensalada. Los helados, correrían a cargo del padre de Alicia después de un día de chapuzones y sol.
Y no decepcionó. Las dos niñas, al principio tímidas, bajaron a la piscina natural por la rampa junto al rompeolas exterior llamado 'El Tambor'.
A Alicia siempre le fascinó el nombre por el que era conocido el muelle que recibía toda la fuerza y embestidas del mar en los temporales.
En la piscina natural, con agua de mar, los niños jugaban en la zona más próxima a la rampa.
La marea, bajando a esa hora, dejaba el pretil a la vista con el agua en el interior fresca y renovada de la marea alta.
Amigas de curso, que por miedo se alejaron de Alicia. Ese día, rompieron el muro que las contenía. Todas jugaron en el agua de aquella piscina como si no hubiese existido los dos años anteriores que Alicia sufrió.
Al acabar el día, el mejor día en los últimos dos años en la vida de la pequeña, quedaron para ver los fuegos artificiales desde el puerto.
Las dos pequeñas preguntaron a la madre de Alicia si iban a bajar a verlos. Con la sonriente respuesta de la madre. Pero no solo eso, sino que antes, después de una buena ducha, habían reservado mesa en el bar de la cofradía.
La madre de Nerea, que pasó la tarde con Arkaitz y Garbiñe, dio su consentimiento al plan, con un: "pero como me digan que no te has portado bien...".La cara angelical con una mirada que derretía, debajo de los tirabuzones dorados que le colgaban por los lados a Nerea, fue suficiente respuesta.
Después de una riquísima ensalada de marisco templado y un rapé a la brasa con patatas panaderas, se aproximaron al Molla Berri para ver bien el espectáculo.
El primer aviso, con un sonoro cohete rompiendo la noche, puso nerviosas a las dos amigas. Se preguntaban en que lugar se habrían puesto las otras niñas. No tardaron en localizarlas, pero estaban en el muelle opuesto. No tendrían tiempo en recorrer todo el muelle de punta a punta y llegar para ver las formas de luz en el cielo.Se hablaron desde las circunferencias que dibujaban el final de cada muelle, quedando al concluir los fuegos en las barracas.
Alicia y Nerea, se sentaron entre Arkaitz y Garbiñe. El segundo cohete volvió a romper la noche. Las niñas, cada vez mas nerviosas, miraban con expectación al rompeolas alejado e imponente dibujarse como un gigante dormido al fondo.
El tercer cohete tronó por última vez antes de comenzar el sin fin de luces tras cada estruendo.
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La caja
Gizem / GerilimUn hombre extraño aparece en la vida de la pequeña Alicia. En una mano porta una pequeña caja de música con una manivela y un único botón. ¿Será capaz de sobrevivir a la presión que está por descubrir su cerebro de niña?. Precuela de la próxima obra...