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Strange suspiro ante la divertida mirada de Howard.

—Entonces... —El mayor bebio de su whisky—, finges tu RUT.

—Christine ahora debe de estar pensando que estoy aislado sufriendo por la compañía de un Omega.

—En algún momento tu mentira caerá. —Howard se encogió de hombros—. Y ella te dejará.

—Ella no puede dejarme. —El Alpha lo pensó por algunos segundos—. Pero si tiene el valor de hacerlo, tengo un plan B.

El Stark soltó una risa burlon. Se le hacía muy difícil creer que Strange amara a esa mujer; todo era un maquiavelico plan para conservar esa gran imagen que se construyó con los años.

Palmer era la tapa perfecta para ese frasco lleno de secretos y equivocaciones.

—Howard, no he venido aquí para ser reprendido. —El neurocirujano se mostro molesto—. Quiero saber donde está Anthony.

—¿Para qué quieres saber eso? —Howard rodó los ojos—. Nunca quisiste saber de él, ¿por qué el interés?

Strange desvío la mirada. Recordó el agobiante malestar de días anteriores; su Alpha se encontraba inquieto e irritado.

—Necesito mantenerlo vigilado.

Howard alzó una ceja curioso. Stephen se tomó la bebida en su manos y se levantó sin dar explicación alguna. Era vergonzoso para su orgullo.

En el camino a la salida, se encontró a María. La mujer lo miró con desdén.

—Así que la pobre piensa que ella es el problema y ahora te vas de la casa alegando que es tu celo y la haces sentir miserable porque seguramente piensa que su Alpha no la quiere por ser... Defectuosa. Bravo, Stephen, sigues siendo el mismo idiota de siempre. —La elegante mujer pasó de él, no sin antes murmurar—. Alpha inútil.

Stephen cerró los ojos conteniendo su enojo.

Se centro en su principal objetivo: encontrar a Tony y de ser necesario encerrarlo en algún lugar donde pudiera mantenerlo bajo su mira.

No podía permitir que Stark rompiera el lazo.

Alpha y Omega. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora