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Tony había logrado dejar sus preocupaciones; Steve todos los días lo hacía sentir el ser más preciado y querido del mundo.

Stark se sentía en una pequeña burbuja de amor.

—¿Por qué tanto misterio? —Anthony alzó una ceja cuando entraron al café— ¿Debo preocuparme?

—No realmente. —Steve se puso enfrente de él y lo beso—. Tony, es importante que dejes todo atrás e inicies de cero.

—¿A qué te refieres? —Rio sin entender el Omega.

Steve le sonrió antes de apartarse de su vista. Tony abrió los ojos sorprendido al ver a la mujer que jugaba nerviosamente con la taza de café.

—¡Tony! —María se levantó de la mesa de manera brusca. Tiro el café— ¡Ay, no!

La mujer se mostró avergonzada, se arrodilló y comenzó a levantar los pedazos de la taza y limpiar torpemente el liquido. Una mano masculina le ayudó con los últimos trozos; María vio con sorpresa a Tony quien los ponía en un pedazo de servilleta.

—Yo... —La Omega se quedó sin palabras. La emoción de ver a su hijo la hizo llorar. Se tapo los ojos y sollozo.

Hasta ese momento se sentía tan miserable pero tan feliz.

Su pequeño se veía tan guapo.

—Mamá... —Tony la abrazo mientras Steve se llevaba la taza rota y hablaba con el mesero para pagarla y así darle tiempo a los Stark.

—Tony, mi Tony... —Su madre se aferro a él—. Lo lamento tanto, soy una pésima madre, perdoname, perdoname Tony.

Anthony se partió. Lloró sintiéndose pequeño de nuevo, se refugio en los brazos de su madre y se lleno de su aroma. Aspiro esa esencia maternal que había extrañado.

Era débil ante la Omega.

—Te extrañe mucho, mamá. —El castaño no soltó a la rubia—. Me hiciste tanta falta.

María se aferro a su bambino. En medio de todo el llanto miró agradecida al Alpha.

Steve le sonrió apenado.

Alpha y Omega. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora