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Steve miró el lugar donde Fury lo había mandado. Era un pequeño restaurante, sencillo y tranquilo.

Su mente no dejaba de taladrar, algo estaba mal, pero no sabía qué.

–Has cambiado. –La voz de una mujer lo sacó de sus pensamientos–. Me alegra verte de nuevo, Steve.

El rubio miró a la rubia mujer detrás de él. Su aura intimidante, su rostro duro e impenetrable no lo sorprendieron, pero si su mirada triste.

María Stark se veía muerta en vida.

–Señora Stark...

–Le pedí a Fury que no te dijera nada. –La mujer lo invitó a sentarse con ella.

–¿Acaso Fury hace favores? –Preguntó extrañado el Alpha.

–Me debia uno. –María se encogió de hombros. Al instante en que se sentaron, un mesero dejó dos cafés y unas galletas al centro–. Supe que Tony esta contigo.

Steve se tenso.

–Lo está. –Roger miró el café en la mesa–. Me costó encontrarlo, pero lo logré.

La Omega bajó la mirada avergonzada y triste.

–Howard se encargo de esconderlo de todos. –La mujer tomó un sorbo de su bebida–. Incluso yo no supe dónde estuvo todo este tiempo.

–Ahora que lo sabe, ¿qué le impide verlo? –El Alpha se mantenía estoico–. Sería mucho más fácil ir a verlo. Tony necesita verla.

–No. –La Stark suspiro–. Tony seguramente me odia en este momento. –La mujer sonrió con amargura–. No lo culparia. Cuando Howard le dio la espalda no me atreví a contradecirlo. Me partió el corazón ver como se iba. Todos estos años estuve muerta de miedo. –María alzó la mirada–. No hace mucho supe que habías regresado, entonces estaba segura que tú lo encontrarías.

–Señora Stark...

–Tú no eres un cobarde como yo. –La Omega seco una lagrima traicionera–. Extraño con todo mi ser a mi pequeño bambino, pero no tengo cara para verlo.

Steve no tomo la taza en la mesa, solo la siguió observando.

–Tony la ama. –El Alpha dejó que sus hombros de cayeran–. Tony la necesita.

–Te tiene a ti.

–Pero no soy sufiente. –El rubio apretó la mandíbula–. Anthony tiene miedo y yo no soy capaz de ayudarlo. Hay muchas cosas que no entiende, hay muchas cosas por las que tuvo que pasar solo. Yo no puedo ayudarlo, pero usted si.

María bajó la mirada.

–Tony...

–Tenemos un cachorro. –Confesó con una sonrisa el Alpha–. Uno sumamente bello.

La mujer lo vio con lágrimas en los ojos. Recordó el estado en que se habia marchado su hijo.

–Ese niño es...

–Ahora es mío. –Steve tomó la taza en la mesa–. Es mi hijo.

María dejó que las lágrimas bajaran por sus mejillas. La noticia había sido una completa bomba para ella.

Todo este tiempo pensó que Tony había desistido del embarazo.

–Steve... –La mujer apretó las manos del rubio encima de la taza–, tienes que protegerlos.

Rogers pudo sentir la desesperación que María transmitía en su mirada.

La mujer de Howard no le estaba dicienciendo todo.

Alpha y Omega. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora