Capítulo 2. Algo sucede en Jerusalén

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Capítulo 2. Algo sucede en Jerusalén.

Jerusalén, 1179

La ciudad estaba rebosante. Llena de gente, que se movía por las calles de un lugar a otro, dando vitalidad a una de las ciudades más importantes.

En el palacio, un joven tapado de arriba abajo y, con una máscara que esconde su rostro, trabaja sin descanso para que el reino de Jerusalén siga en pie.
Llevando el cansancio al extremo, y aún más con la enfermedad que padecía, empeorada tras la batalla de Montgisard, que había tenido lugar aproximadamente año y medio antes, Balduino IV intentaba terminar cuanto antes todo el papeleo que tenía sobre la mesa.

Sabía que debía esforzarse el doble o el triple que otras personas, debido a su enfermedad, ya que los nobles no creían en sus capacidades como gobernante debido a su "maldición".

Maldición que iba a seguir sufriendo tras su muerte, ya que se consideraba la lepra un castigo de Dios, enviada a algunos hombres, según el pecado que hubiesen cometido.
Balduino se preguntaba que, que tipo de pecado habría cometido con tan solo 9 años, para que en esa edad, le aparecieran los primeros síntomas de la enfermedad.

Todo esto, le agriaba el carácter y lo hacía todavía más solitario.

Tras un rato perdido entre sus pensamientos, un pequeño carraspeo lo trajo de nuevo a la realidad.

- Perdone que le interrumpa, señor. - comenta Tiberias. - Quisiera comentarle algo sobre un tema bastante importante.

- ¿Qué sucede, Tiberias? - pregunta el monarca.

- La Haute Cour quiere reunirse con usted lo antes posible, su Majestad. - contestó Tiberias. - por lo visto, no todos están de acuerdo con las últimas decisiones tomadas en cuanto al Reino y quieren hacérselo saber, mi señor.

- ¿Y con cuáles decisiones no están de acuerdo? - volvió a preguntar.

- Son varios temas, señor... - dijo Tiberias. - Por una parte, les preocupa las nuevas leyes para los no cristianos. Creen que es una manera de igualarles a nosotros. Ya sabe, son infieles y por lo tanto para ellos, deben estar en su lugar y no igualarlos a nosotros.

- Hay cosas que no cambian.- observó. - hablaré con ellos de ese tema. ¿Alguna cosa más?

- Con la construcción del castillo de Chastellet en el Vado de Jacob. - comentó Tiberias. - Con las escaramuzas que está realizando Salahadin, algunos se preguntan de su utilidad.

- Esa construcción aún no ha sido terminada, pero espero que lo que ya esté construida, sirva de algo. - contestó Balduino. - Aún así, escucharé todas sus cuestiones y angustias.

- Perfecto. - comento Tiberias. - La Haute Cour  se quiere reunir mañana a primera hora. ¿Algún problema con ello?

- No, puedes retirarte.

En cuanto Tiberias lo dejó solo, se levantó y salió al balcón.
Desde allí, podía ver su jardín privado, perfectamente cuidado y hermoso.
Le gustaba andar por él, fijándose en la belleza de las distintas flores y plantas que lo adornaban. Pero el trabajo y la lepra, no perdonaban y no podía disfrutarlo como deseaba.

No entendía cómo era posible, que hubiera tantas quejas con respecto al castillo de Chastellet. Los templarios le habían prometido, un castillo indestructible, pero a los pocos meses de haber iniciado su construcción, ya estaba dando problemas, ya que Salahadin no dejaba de hacer pequeñas escaramuzas y parecía que lo poco que habían construido, no servía de mucho.

No sabía muy bien que hacer, con respecto a ese tema.
Si iba era como reconocer, que había tomado una muy mala decisión. Una mala decisión de grandes proporciones. Pero si finalmente no iba, temía que algo malo pudiera pasar.
Debía sopesar lo más conveniente para esta situación.

En tierras extrañasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora