Capítulo 44. La muerte de Balduino

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Capítulo 44. La muerte de Balduino

Aviso: contenido para adultos.

Ojo: + 18

Jerusalén, 1184

Habían pasado dos años y medio, en los que Arya y Balduino habían sido muy felices con sus adorados hijos. Habían trabajado por mantener la paz en Jerusalén y por darle un futuro a su pueblo y habían disfrutado de sus dos hermosos hijos.

Balduino adoraba a su hija, que comenzaba a demostrar tener las mismas dotes que él. Misma capacidad de memorizar, gusto por la historia y las historias, activa con ganas de hacer mil cosas, dulce, sabía, equilibrada y justa. Balduino sabía que ella podría llegar a ser una gran Reina, si la situación fuera distinta. Esperaba que su hermano, la aceptase como consejera de adulto. Le serviría con gran devoción y fortaleza.
También había heredado sus ojos azules que embellecíann la estancia donde ella estuviese.

Sin embargo, el niño, el favorito de su madre y de la cual apenas se separaba, era un chico impetuoso, pero también dulce, con ansia de conocer cosas nuevas y algo alocado pero que también era muy servicial. Se parecía demasiado a Arya en la forma de actuar. Era divertido verlos juntos.

Para Balduino, pese al avance de su enfermedad, la Lepra, habían sido unos años muy felices. Llenos de amor y alegría, sino fuera por el marido de su hermana, Guido.
Tras haber tenido dos hijas con Guido, se habían distanciado y Guido se había dedicado a ayudar a Chatillon en todas sus andanzas, habiéndole creado más de un disgusto.
Esto le creaba cierta angustia.

También había demostrado nula capacidad de gobierno, en los momentos en los que asumió el poder como regente, momentos en los que Balduino, había estado incapacitado para gobernar por su enfermedad.

Asique había tomado la decisión, de que en el caso de que le pasase algo a él o a sus hijos, fuera su sobrino el que heredará todo. No por ir en contra de su hermana, sino más bien por proteger el reino de Guido de Lusignan.
Cosa que por otra parte no le había gustado en absoluto a Guido.

En estos dos años, la Lepra había ido causándole más estragos en su cuerpo, aunque su mujer le había estado cuidando en los difíciles momentos, sin separarse de él en ningún momento.

No podía tener mejor mujer. Le reconfortaba saber que todas las noches la tenía a su lado, abrazándolo como si no hubiera un mañana.

Arya subió el camisón de su marido y comenzó a jugar con los genitales de este, haciendo que se despertase por la excitación que le iba aumentando.

- ¿Qué haces Arya? - le preguntó con la voz muy ronca.

- Hace tiempo que no te veo, estás muy ocupado. Necesito mimos tuyos. - le contestó con una voz pícara.

- Nuestros hijos podrían oírnos. Duermen en la habitación de al lado. - dijo Balduino mientras Arya bajaba para hacerle una mamada.

- Haré poco ruido. - le dijo mientras se introducía el pene de su marido en la boca.

Balduino, se retorció de placer mientras ella le daba placer. Notaba como palpitaba su pene y como sus ansias por hacerla suya aumentaban por momentos. Ella sabía cómo darle placer y hacer que sucumbiera a la lujuria.

En cuanto ya no pudo resistirlo más, saco su pene de su boca y la cogió con fuerza haciendo que quedase debajo suya, momento en el cual, abrió sus piernas e introdujo su pene en la humedecida vagina de su mujer, comenzando así un vaivén en el cuál ambos se movían al unísono mientras gemían y se besaban.

Adoraba sentir a su mujer desnuda y poder sentir su piel. E indudablemente adoraba hacerle el amor.
Ella le volvía loco.
La velocidad de la penetración cada vez fue más rápida hasta que ambos llegaron al orgasmo.

En tierras extrañasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora