Capítulo 34. Balduino se enferma.
El Rey estaba furioso. La actitud que había tenido su madre sobrepasaba todas las expectativas que tenía de todo lo que ella podría hacer de mala fe.
Aunque no se fiaba de ella y había resguardado todo papel que pudiera utilizar para su propio beneficio, no llegó a pensar que realmente haría algo así. Pensó que eran sus ideas preconcebidas ante ciertas actitudes de su madre y que sólo lo estaba haciendo para quedarse él tranquilo. Pero no, parecía que esas ideas no eran tan preconcebidas como pensaba.Esta furia hizo que su cuerpo decayese, haciendo que el se pegase a encontrar mal, y estuviera una semana en cama, con malestar y fiebres altas.
Por miedo a que le pasara algo, María no sé acercó ni un momento a los aposentos de Balduino ni mucho menos a su marido.
Salía casi todos los días al colegio donde hacía beneficencia y a casa de sus padres.Sin embargo, Arya le estuvo cuidando cada uno de los días, le bañaba, le daba de comer, ayudaba a los médicos con las curas y tratamientos, le atendía en todo lo que necesitaba. Entraba y salía de los aposentos del Rey, con ayuda de Tiberias, que sabía, que ella no se sentiría bien consigo misma, si no lo ayudaba y por otra parte, sabía, que él la necesitaba para su recuperación.
Siempre tenía su nombre en la.bica y preguntaba por ella a todas horas, estuviera o no allí. Siempre que iba para cuidarlo y la veía, sus ojos azules se iluminaban.
Uno de los días, a primera hora, mientras Balduino dormitaba, Arya lo estaba bañando antes de que vinieran los médicos. Iba con cuidado con agua templada, para no hacerle daño, limpiando cada una de las partes de su cuerpo desnudo. Se fijaba en las llagas y úlceras que tenía, sobre todo en el lado derecho y como en otras zonas del cuerpo tenía la piel algo amoratada. Le dolía ver su cuerpo así. Daría lo que fuera porque él estuviera sano. Verlo así, le hacía sufrir.
De repente, abrió los ojos y le sujetó el brazo con fuerza. Esto la asustó demasiado.
- Arya. - le dijo mientras la miraba fijamente.
Creía que él estaba delirando.
- Soy yo, ¿Qué sucede Majestad? - preguntó Arya.
Se la quedó mirando durante unos segundos, antes de comentar;
- Estáis aquí. - dijo mirándola a los ojos.
- Si, Majestad. Recuerde que vengo a cuidarle todos los días. - dijo Arya.
- Sois la única que viene a cuidarme y a visitarme. - dijo Balduino.
- Tiberias también viene, señor. Está muy preocupado por su salud. - dijo Arya para intentar animarlo un poco.
- Él es un hombre leal. Siempre ha estado a mi lado. - dijo Balduino. - Pero salvo vosotros dos, no hay nadie más leal a mí.
En ese momento, Arya se dió cuenta de la soledad que tenía el Rey. Siempre rodeado de gente, de sirvientes, de médicos, de nobles, de sacerdotes, del patriarca de la ciudad, de nobles y de algunos familiares, pero cuando esta enfermo, nadie viene a estar con él, salvo los médicos porque sin pagados por ello.
Nadie se preocupa si mejora o no, solo esperan el día en que muera. Le parecía que lo trataban como a una escoria. Él se merecía algo más que eso.- Yo os seré leal hasta el día en que me muera. - dijo Arya.
- Decidme qué os quedaréis conmigo, siempre. Que no os iréis a vuestro país y me abandonaréis. - dijo Balduino con angustia.
Esto le partió el corazón. Tenía grandes deseos de liberar a su hermano e ir con él, junto a su familia, para que sus padres pudieran abrazarlo de nuevo, sin embargo, por otra parte no deseaba irse y dejarlo solo. La vida sin él, ya no tenía sentido, pero también, por otra parte, estaba su mujer María.
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En tierras extrañas
Historical FictionArya emprende un viaje desde uno de los lejanos reinos de la India al Reino de Jerusalén. El motivo de este extraño viaje es buscar a su hermano desaparecido y llevarlo de vuelta a casa. Allí se encontrará con el que llaman el rey leproso, el cual i...