7. Demasiado tarde

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Me gusta calcular el tiempo. Sé que necesito diez minutos para bañarme o vestirme, diez para maquillarme, cinco para peinarme y diez para desayunar.

Y si mi destino está a quince minutos más vale que me levante una hora antes de salir para llegar justo a tiempo. A veces llego tarde porque algo interfiere en mi plan perfecto.

Sin embargo, hoy he hecho una excepción para llegar primero que nadie a la clase y hablar con mi profesora, o mejor dicho la pared.

—Tenéis que aprender a colaborar sin diferencias, en tu puesto de trabajo no podrás elegir con quien hacer equipo—reprende en tono académico y apoya la mejilla sobre la palma de su mano.

—Somos muy diferentes, puedo hacerlo sola  o tal vez con alguien más—básicamente suplico cerciorándome de que puede ver mi destello azul.

Sé que está fingiendo que piensa en la decisión que va a tomar por la manera en la que mueve el lápiz entre sus torpes dedos.
Deja salir un gran suspiro y mira al techo como si este se fuera a caer sobre su cabeza.

El dramatismo típico de los profesores, pensé que serían un poco más diferentes en la universidad pero parece que todos salen del mismo sitio.

—No, ser diferentes es lo que hará la presentación interesante. Me interesa ver ambos puntos de vista—. Deja caer el lápiz sobre la mesa y el repiqueteo contra la madera es el sonido de mi sentencia de muerte.

¿Por qué la gente tiene que ser tan molesta? No le estoy pidiendo que sacrifique su vida.

—Pero...

—No

Y aunque intento seguir rogando porque creo firmemente que si la cagas debes recoger tú la mierda, nuestra conversación finaliza con la señora dándome material para el trabajo que debo entregarle a Rainstar.

Creo que se le olvidó el término correo electrónico o faltó a la actualización de su sistema. Me remuevo en el asiento y vuelvo a soltar el aire de mis pulmones que es lo único que se escucha entre las cuatro paredes blancas.

Sopeso sobre la mejor manera de acercarme a él, podría ir a comprarle unas galletas y disculpame pero ni siquiera sé si le gustan las galletas. Podría comprarle una de esas sudaderas negras con las que se ha casado pero no sé su talla.

Tacho con fuerza esas ideas de la maltratada hoja de mi cuaderno de ideas y vuelvo a dibujar un pequeño girasol al inicio de la línea. Sin embargo, ninguna otra idea llega a mí y cierro el cuaderno para dejar caer mi rostro sobre la cubierta rosa.

No soy de esas personas precavidas que piensan antes de hablar o tomar decisiones, pertenezco al otro grupo de personas que son lo contrario.

Soy indecisa, un desastre y el sesenta por ciento de las veces me arrepiento de lo que hago pero ese cuarenta por ciento en el que soy exitosa es como ganar la lotería. Y todos queremos ganar la lotería.

—¿Dally?—Daniela se sienta a mi lado y me incorporo para intentar darle una sonrisa fallida.

—Hola, me gusta tu vestido de flores.

El rostro de la morena se ilumina junto a su destello amarillo, no obstante su atención se centra en mi cara de muerta.

—¿Has dormido?
—Sí
—No lo parece

Ha preguntado si he dormido no cuanto tiempo, si hablamos de tiempo creo que dormí dos horas porque no pude parar de pensar en como resolver mi problema llamado pirulo.

Entonces como si mis dotes para invocar personas se hubiesen despertado ese problema entra por la puerta con su radiante rostro  y una mueca parecida a una media sonrisa, caminando como si fuese el dueño del mundo.

Between starsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora