17. Mi error

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Rainstar no se encontraba a mi lado cuando volví a despertarme, se fue sin decir nada y estaba tan profundamente dormida que no escuché la puerta al cerrarse

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Rainstar no se encontraba a mi lado cuando volví a despertarme, se fue sin decir nada y estaba tan profundamente dormida que no escuché la puerta al cerrarse. Sí, tengo sueño profundo y sólo me despierto cuando alguien dice mi nombre. Tengo que concentrarme en dejar de pensar en Pirulo y su destello inexistente. 

Las últimas cinco tazas de iced latte se han acabado gracias a mi intenso debate interno que parece ser infinito. No para, no para, no para. La imagen está grabada en mi cabeza y se reproduce sin cesar, buscando un glitch que justifique lo que vi.

Mis pies se mueven de un lado a otro contra la pared,  mientras jugueteo con la llave entre mis dedos, en el metal de esta se refleja el azul de mi destello. Me pica la curiosidad. Me arde la curiosidad. Pero al mismo tiempo no quiero que me tilde de loca por invadir su privacidad.

Básicamente lo estaba desnudando, no quería hacerlo pero manché su camiseta. La gente dibuja a otros todo el rato, no es como si hubiera cometido un crimen. Miro a un punto fijo en el techo y suspiro. Nunca, en mis veinte años de vida, había leído o escuchado de una persona sin destello. Y quizás sienta un poco de envidia por el hecho de que nadie se puede meter en sus asuntos, nadie sabe lo que siente.

Me incorporo y apoyo el mentón sobre las palmas de mis manos. Un mundo sin destello sería catastrófico, criminales sueltos, víctimas silenciadas, mentiras, amores perdidos, incomprensión, discriminación y cosas mucho peores. De solo pensarlo se me pone la piel de gallina. Chasqueo la lengua y maldigo el momento en el que descubrí todo esto.

Tengo tantas preguntas que hacerle y sé que no responderá a ninguna. Sí, ya he buscado en google, no encontré nada. No hace falta que lo menciones. Y encima de todo el marrón que me estoy comiendo, encontré la llave de Rainstar. No sé exactamente donde la tenía guardada pero se le habrá caído y acabó al pie de mi cama.

Debería llevársela. No debería llevársela. Debería llevársela.

Termino diciéndome por la última opción, sólo le entregaré las llaves, volveré a encerrarme en mi habitación e intentaré no bombardearlo con las cientos de preguntas que se me irán ocurriendo cada vez que lo vea. No somos amigos ni nada por el estilo, así que no será raro si nunca más volvemos a hablar ¿cierto?

Exhalo, inhalo, cierro los ojos, trato de concentrarme y comienzo a subir las escaleras hacia su piso. Al detenerme en el pasillo mi nerviosismo llega al pico más alto del monte Everest, no hay nadie que pueda ayudarlo a bajar de allí. Creo que los latidos de mi corazón se sincronizan con los golpes que doy en la puerta. Me preparo mentalmente, pienso en cosas bonitas para que el azul de mi preocupación se torne en el vibrante amarillo que todos ansían. No lo consigo, tampoco consigo sonreír.

Nadie abre la puerta. Vuelvo a tocar con más fuerza y espero pero no escucho los pasos de Rainstar acercándose, solo hay silencio al otro lado.

Maravilloso, he venido para perder el tiempo y estresarme. Porque el estrés es gratis y abundante. La pantalla de mi móvil se ilumina mientras navego entre mis contactos hasta encontrar su nombre. Escribo un mensaje y lo borro. A Continuación, giro sobre mis pies con el propósito de casi salir corriendo. Necesito escapar, antes de que una ridícula coincidencia haga que nos encontremos en el pasillo, las escaleras o la entrada. La probabilidades de que eso pase son pocas pero no inexistentes. Vuelvo a escribir otro mensaje y de la misma manera dudo en enviarlo.

Between starsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora