Tienes un secreto que podría arruinarte la vida.
Empiezas a calcular tus pasos, acciones, palabras y la gente que se acerca a ti.
Algo se te sale de las manos, terminas conociendo a la versión andante de una radio sin botón de apagar.
La odias, la d...
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Ninguno de los dos se atreve a hablar de lo que pasó el otro día. Es un límite, un tema prohibido. Pero se sintió tan jodidamente bien que lo volvería a hacer sin pensarlo dos veces. El plan de la pulga para hoy es hacer que mi destello se torne morado. Ninguno de sus planes tuvo éxito pero fueron tan malditamente impredecibles. Esta vez he traído a rocco conmigo, solo por si la loca esta me provoca un ataque de pánico, intentando asustarme.
—¿A qué le tienes miedo?
«Ahora mismo a tí y a tu retorcida mente».
—A nada— contesto caminando detrás de ella.
Las ramas crujen bajo mis pies cada vez que doy un paso. Mi perro —que debería de estar conmigo— va al lado de Dally, alerta y olfateando en todas las direcciones.
«Traidor, se supone que tienes que protegerme a mi»
Ella se detiene en una valla de madera cubierta de plantas y se gira, mostrándome su bonito rostro.
—Todos le tenemos miedo a algo— refunfuña cruzándose de brazos.
La pulga entrometida tiene razón. Sin embargo, prefiero no recordar todas las cosas que me dan miedo. He trabajado muy duro para reprimirlas. He trabajado demasiado para que esos miedo regresen y mi ansiedad empeore.
—Le tengo miedo a los fantasmas—miento y ella enarca una ceja mirando al punto donde debería de estar mi destello . Siempre se le olvida y se la pasa buscando respuestas en mi pecho cada vez que abro la boca.
—Este lugar va a ser perfecto— añade emocionada y Rocco mueve la cola, acompañándola.
«Que hijo de puta»
—Como la princesa diga— hablo burlonamente y ella mira hacia el cielo. Sus ojos son tan oscuros que cada detalle de la luna se refleja en ellos, incluso puedo ver una que otra estrella. Sacudo la cabeza sin comprender por qué me estoy fijando en sus ojos.
—Pingüino insoportable— reprocha y ahora soy yo el que tiene que mirar a otro lado.
El juego de los nombres es más divertido cuando soy yo el que los pone. A este paso la competencia por ver quien pone el peor apodo nos llevará a escribir uno de esos libros que ella lee. Dally a empieza a retirar las ramas de la puerta con tanta calma que es desesperante, así que la empujo a un lado y arranco todas las plantas cejas para poder abrir el cerrojo, La puerta chirría al darnos paso a un jardín en el que la hierba es tan alta como mi perro.
—¿El plan era asustarme o seguir cumpliendo tus fantasías ilegales?— inquiero al ver la casa a la que nos estamos dirigiendo.
—Está abandonada, no es ilegal— ella se encoge de hombros y sigue moviéndose entre la hierba alta con Rocco justo detrás de su culo.
«Él tampoco se podrá deshacer de la pulga».
Si a ella le importa una mierda a mi menos.
La casa no tiene ni puertas ni ventanas, todas las paredes están repletas de grafitis nuevos y viejos. Supongo que llevará bastantes años sin ser habitada. Llegamos a la entrada, la morena se detiene y mira hacia atrás, buscándome. La expresión de su rostro muestra lo nerviosa que está y su destello se torna morado. Ni siquiera estamos dentro y ya está cagando de miedo.