Los hermanos Lee

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Han Jisung no podía dormir. El brazo le dolía demasiado. Y todos los recuerdos del día la asaltaban en cuanto cerraba los ojos.
Sabía que iba a tener pesadillas. Un brazo roto, malos sueños y un padre que estaba siendo borrado. No, eliminado. Esa era la palabra. Aunque no como en esas películas de androides.

Era su undécimo cumpleaños, seguramente el peor día de su vida.
No era justo.
Oyó que llamaban con suavidad a la puerta, pero hizo caso omiso, seguro de que era alguien del servicio haciendo ruido en el pasillo. Sonó de nuevo con más fuerza y se incorporó en la cama, sonriendo por primera vez ese día.

—¡Pasa!
La puerta se abrió y Minho entró a toda prisa y cerró tras de sí.

—He tenido que esperar hasta que se han dormido todos —explicó—. Y no he
podido llegar hasta Changbin. Los mayores están hablando en la cocina, así que está atrapado en su cuarto con su madre.

Jisung asintió. Changbin era uno de sus mejores amigos, pero en ese momento solo quería a Minho.
Él se subió a la cama, un larguirucho chico de once años, más alto y delgado que el resto de los chicos del colegio. Tenía el cabello corto y de punta de tanto pasarse
los dedos cuando estaba preocupado. Jisung sabía que el era la causa de su
preocupación. Podía verlo en su cara y en sus  ojos cafes que siempre le habían
parecido mágicos.

Le pasó el señor Algodoncito.

—Toma —dijo—. He supuesto que ayudaría.

—Es tuyo.
Por alguna razón, era de suma importancia para el que Minho se quedara el conejito.

—Vale. Pero he pensado que lo necesitarías esta noche.

—Ah.
Sonrió y cuando él le devolvió la sonrisa, Jisung se olvidó un poco del dolor.

—Bueno, ¿qué ha pasado? Nadie dice nada.
Jisung se encogió de hombros.

—Mi padre llamó a mamá. Quería llevarme por ahí porque es mi cumpleaños.
Mamá y Kento no querían, pero me han dejado ir porque últimamente casi no le he visto.

Min Seok  había pasado el último año en prisión, cumpliendo su segunda condena por fraude fiscal, y hacía solo unas semanas que había salido. Su madre, Lisa, pidió el divorcio la primera vez que le encerraron por algo llamado uso de información
privilegiada. Se casó con Kenro poco después del séptimo cumpleaños de Jisung.

—Bueno, ¿y qué ha pasado cuando te has ido con él? —insistió Minho .

Jisung  se mordió el labio inferior y sacó las rodillas de debajo de las sábanas para poder abrazarse a ellas, junto con el señor Algodoncito.

—Me ha llevado a cenar y lo hemos pasado bien. Luego me ha dicho que tenía que ver a un amigo de camino a casa.

—¿Estaban en la ciudad?
Jisung asintió.

—Durante la cena. Pero luego hemos ido a Itaewon . Ha dicho que tenía que
recoger un paquete y llevarlo a otro sitio. Así que hemos acabado en un almacén junto al río, lleno de cajas de cartón y de madera y de cosas.

—Genial.
Quizá otro día el pensara lo mismo, pero en ese momento no. Jisung meneó la cabeza.

—Hemos cogido el paquete, pero cuando nos íbamos han llegado unos hombres con traje. Papá me ha apartado, pero uno de los hombres me ha agarrado del brazo y ha tirado de mí y… y tenía una pistola.

Minho abrió los ojos como platos y acercó la mano para coger la de el.

—¿Quién era?
Jisung  se aferró a su mano mientras le contaba el resto. No quería hablar del tema, pero deseaba que él lo supiera.

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