madre e hijo pt2

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—Tu hermano tiene que enfrentarse a sus problemas a su manera —arguye.
Es justo lo que esperaba que mi madre dijera.

—Se comporta como un imbécil —replico, que es justo lo que diría una hermano.

—Supongo que ser un imbécil es su manera de hacerlo —añade, y recuerdo de nuevo por qué quiero tanto a mi madre.

—Ojalá lo superara —farfullo.

—Le echas de menos —dice con voz amable—. Estaban muy unidos.

Por supuesto, tiene razón, aunque después de lo sucedido hace un rato no quiero seguir por ese camino. Así que cambio el rumbo de la conversación. Tiene el mismo derecho que minho  a conocer la noticia.

—He venido a verle porque…, ay Dios mío, mamá… He venido porque Minhyuck tiene detenido a uno de los hombres que nos secuestró. Quiere inmunidad a cambio de la
identidad de la persona que estuvo detrás de todo.

Silencio. No hay nada salvo silencio al otro lado de la línea.

—¿Mamá? ¿Mami?
Oigo una brusca inspiración y me doy cuenta de que intenta hablar, pero que las lágrimas no se lo permiten.

—Lo siento —me disculpo—. No debería haberlo soltado así. No pretendía…

—No. —Su voz suena ronca—. No, cielo, pues claro que quiero saberlo. Por
supuesto que puedes contármelo. Lo que ocurre es que… después de tanto tiempo…

—Lo sé. No puedo creerlo.

—¿Qué ha dicho Minho?

Recuerdo su reacción. Su sentimiento de culpa porque yo me viera atrapada en su secuestro. El mío por no poder salvarle. Por salir yo y él no. Por todo. Por el horrible asunto. Pero no sé cómo contarle eso a mi madre, así que le doy la respuesta más simple y más verdadera.

—Creo que estaba un poco conmocionado. Lo entiendo. Yo también lo estoy.

—¿Minhyukiee nos mantendrá informados?

—Por supuesto. También va a llamar a papá. Quiere… bueno, querrá que presente cargos.

—Ah.

Frunzo el ceño. Tenía la esperanza de que dijera que Kento aprovecharía la
oportunidad. Pero creo que no va a hacerlo. Mantuvo el secuestro en secreto en su momento, así que dudo que esté ansioso por hacerlo público ahora.

—Hablarás con él, ¿verdad? Si por fin encuentran a quien nos hizo eso, quiero verlo colgado por los huevos.

Me estremezco. Puede que sea adulto, pero no suelo ser tan soez cuando hablo con mi madre.

—A mí también me gustaría eso —admite, muy serena—. Pero tanta publicidad sobre ti después de tanto tiempo te provocará de nuevo estrés y ansiedad.

—¿De nuevo? Nunca desaparecieron.

—Lo llevas mejor, cariño, y lo sabes. Minho y tú.

Suelto un bufido.

—Eso es porque tiene un harén que le ayuda a sobrellevarlo.

Casi puedo oír a mi madre apretando los labios para no hacer comentarios.

—Estoy pensando en tu carrera —dice al cabo de un segundo—. En tus libros. Si tu secuestro se hace público acabarás en el punto de mira de un modo mucho menos agradable. Los medios se mostrarán compasivos, al fin y al cabo, tu hermano y tú fuisteis las víctimas, pero serán implacables. ¿Es eso lo que quieres?

—¡Desde luego que no! —Odio la atención de la prensa sensacionalista que acompaña al nombre de mi familia. Convertirme en protagonista de más noticias, y por una razón tan espantosa, me parece una pesadilla—. Pero si es necesario para castigar a la persona que nos hizo aquello, lo superaré.

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