secretos

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«¿Qué demonios ha pasado?».
Estoy sentado en la cama, perplejo, asustado y muy preocupado.
Ha dicho que no podía hacerme esto, pero hacerme ¿qué?
¿Dejarme? Al parecer sí, pero estoy seguro de que eso no es todo y me siento  furioso, dolido y frustrado.

Estoy cabreado, avergonzado y decidido a descubrir qué narices está pasando.
Corro escaleras arriba y me visto con los primeros pantalones y la primera camiseta  que cae en mis manos. No sé a ciencia cierta si se dirige a la casa de los Hamptons,  pero supongo que es muy posible.

En primer lugar, porque tenía un apartamento en la  ciudad, pero lo vendió hace poco y aún no se ha comprado otro. En segundo, porque,
aunque no lo encuentre allí, Archie podrá decirme dónde está. Y, en cualquier caso,  ahora mismo estoy demasiado nervioso como para quedarme sin hacer nada.
Barajo la posibilidad de llamarlo al móvil, pero descarto la idea. No responderá y  no quiero dejar mensajes. Solo quiero respuestas.
Solo lo quiero a él.
Así que conduzco a toda velocidad en medio de la noche, con la cabeza plagada
de preocupaciones y temores. Sabía que estar con Minho no sería fácil, pero creía que  ya habíamos conectado, y este repentino y absoluto cierre en banda me está  volviendo loca de verdad.

¿Ha sido por mí?
¿Ha sido por ver a Jeongin? ¿Por darse cuenta de que me he acostado con otros
hombres?
¿Ha sido por atarme? ¿Porque sabe que eso me asusta?
Las preguntas dan vueltas sin cesar en mi cabeza, pero cuando llego a su casa
sigo sin tener respuestas. A Minho  no se le ha ocurrido cambiar la cerradura y los  códigos de alarma, así que entro sin llamar y corro escaleras arriba hasta su  dormitorio.
Está vacío, y durante un segundo pienso que se ha quedado en la ciudad. Que tal
vez se haya ido a su despacho. O que haya comprado un apartamento del que yo no
sé nada.
O que está en casa de una mujer.
Me trago la bilis que esa idea hace que me suba a la garganta y pulso el
intercomunicador para llamar a Archie. Entonces me acuerdo de los monitores de
seguridad y presiono el botón para conseguir la imagen del garaje. El coche de Dallas
está ahí, lo que significa que él también está aquí. En la casa, o al menos en la
propiedad. Empiezo a revisar las cámaras en su busca.
Cuando llego de nuevo a la del garaje me siento desconcertada. No aparece por
ninguna parte; o no está aquí, o está en una habitación sin cámara de seguridad.
Recuerdo que Brody me habló de su cuarto de juegos y se me encoge el estómago de nuevo. ¿Es ahí donde está? ¿En una mazmorra secreta con otro? ¿Uno al  que le resulta cómodo llevarlo al límite porque ya lo ha llevado antes allí?

¿Al que no teme mancillar?
Cierro los ojos para protegerme de la violenta necesidad de arremeter contra algo.
«Maldito sea». Creía que lo entendía. Pensé que me creía cuando le dije que iría allí  con él.

«¡Cabrón!».
Ni siquiera me doy cuenta de que he tomado una decisión hasta que me dirijo al  sótano. No se me ocurre otro lugar en el que pueda estar que el cuarto de juegos, y  dado que no recuerdo haberlo visto en las cámaras de vigilancia, estoy convencido de
no equivocarme.
Se puede acceder a través de las escaleras por la cocina y el garaje; me dirijo a la
cocina y bajo a la siguiente planta, que se utiliza en su mayoría como despensa y  almacén. Recorro el angosto pasillo que tan bien recuerdo de mi infancia. Atravieso  la puerta que hay al fondo y después otro tramo de escaleras que forman un ángulo  recto antes de llegar a la puerta del sótano.

Espero que esté cerrada, pero cuando me acerco veo que no lo está. Oigo voces.
Mis temores están justificados, porque una de las voces pertenece a una mujer.
No soy capaz de articular palabra —de hecho, me siento demasiado asqueado
como para concentrarme— y aprieto el paso, impulsado por el dolor y la ira.
Pero cuando llego a la entrada no me encuentro con una bien abastecida
mazmorra, sino con una especie de base de operaciones de alta tecnología que  rivaliza con la que he visto con Hyuck en la OMRR. Joder, lo más seguro es que rivalice  con la del Pentágono.

Me quedo paralizado delante de la puerta, con la mano en la boca mientras  observo lo que tengo ante los ojos e intento comprender su significado. Los  monitores de televisión. Los mapas. Los distintos ordenadores ejecutando tareas
desconocidas.
«¿Qué narices pasa?».
La voz de mujer procede de una de las pantallas de televisión. Es una imagen que  se repite en bucle y que muestra a la mujer corriendo por una playa, animando a quien sujeta la cámara mientras le dice: «Vamos, guapo, no me hagas esperar».

Frunzo el ceño, perpleja. ¿Le está hablando a Minho? No lo creo; él apenas está  pendiente del vídeo. Está ladeado observando otro monitor, en el que aparece un  mapa de México.
Entonces desaparece y casi grito cuando el rostro de Changbin aparece en su lugar en  la pantalla.
En serio. «¿Qué narices está pasando?».

—Desapareció ayer —dice Changbin —. Su novio informó a las autoridades locales.
Es el caso que te mencioné y no es la primera vez que se larga sin decir nada ni a  familiares ni a amigos, razón por la que hemos investigado un poco más antes de confirmar el secuestro.

—¿Cómo ha acabado en nuestro radar? —pregunta minho.
—Su padre es socio del señor Liu y estaba al tanto de que este acudió a nosotros  en lugar de a las autoridades chinas para recuperar a su hijo. El teléfono desechable  que le dimos a Liu sigue activo y conectado al de HyunJin durante otros dos días.
Seguimiento estándar en caso de que el chico necesite atención especial. Dejó un  mensaje. Quiere dar cuarenta y ocho horas a Liberación antes de meter a los federales.
«Liberación».

Empiezo a doblarme e intento agarrarme al marco de la puerta para sujetarme.

—¿Qué pistas tenemos? —continúa Minho.
—Hemos seguido su rastro hasta la ciudad de México. Tengo a HyunJin buscando…
Detrás de ti. Mierda.

Minho golpea con la palma de la mano un botón de la consola que tiene delante.
Todos los monitores de la habitación se apagan en el acto.
Entonces se gira, y cuando me ve, abre los ojos como platos.

—Jisung.
—¿Tú eres Liberación? —Siento una opresión tan grande en el pecho que apenas  soy capaz de pronunciar las palabras. Le observo mientras un aluvión de emociones surca su rostro. Contengo la respiración para protegerme de la verdad que se avecina.

La verdad que es tan evidente que no puede haber otra explicación, aunque espero  con toda mi alma estar equivocado

—¡Dímelo, joder!

—Sí —reconoce por fin—. Yo soy Liberación.

Hey holaaaaa jsjsjs no tengo palabras  tampoco una  escusa grande por la demora .
Solo espero disfruten el cap

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