—Tú —responde mientras me acaricia la mejilla y yo cierro los ojos,
combatiendo las ganas de inclinar la cabeza contra su palma—. Espero que lo hagas,porque yo no tengo fuerzas para seguir luchando.—¿Y si yo tampoco tengo fuerzas?
—Pues que Dios nos ayude a los dos.
Abro los ojos cuando él se aproxima. Sus labios acarician los míos.
Es un beso suave. Delicado.
Pero mi reacción no tiene nada de delicada. Siento como si me hubiera aplastado contra la pared. Siento su cuerpo pegado al mío. Sus manos me recorren y me abro a Minho como una flor. A pesar de todo, le deseo. Le necesito.Este hombre es adictivo.
Es peligroso.
Y no se equivoca cuando dice que esto nos destruirá a ambos. Pero, maldita sea, no me importa. No deseo un sorbo de él. Lo que quiero es devorarle.
Acerco las manos para deslizar los dedos por su cabello, las deslizo sobre su nuca y abro la boca; quiero saborearle. Consumirle. Poco me importa que esté mal, o que
sea vergonzoso.Ahora mismo esto es justo lo que deseo. Soy un hombre perdido en el
desierto a el que de repente le ofrecen agua, pero que sigue sin poder saciar su sed a pesar de beber sin cesar.
Pero soy solo yo quien bebe. Minho no me suelta, pero tampoco me reclama.Deja que yo tome, pero él aún no me ha saboreado de verdad.
Noto su erección contra mí y siento el retumbar de su corazón, el ritmo que
reverbera por todo nuestro ser. Muevo las caderas y me rozo nuestras pollas, que ahora tensa la tela de nuestros pantalones.La presión entre mis muslos hace que me atraviese una espiral de placer y me aprieto más contra él, dejando escapar un débil suspiro después de su nombre.
—Minho.
No sé si es su nombre, mi gemido de placer o la insistencia de su pene, pero su indecisión se esfuma y me atrae con fuerza hacia él. Devora mi boca en un beso tan abrasador que siento vértigo. Durante un momento pienso que estoy volando, pero me doy cuenta de que estoy cayendo sobre el sofá cama.
Él se coloca a horcajadas sobre mi cintura, con los brazos a ambos lados y las manos entrelazadas con las mías. Se inclina hacia delante, captura mi boca y luego sigue por el cuello. Me cuesta respirar, el corazón me late a mil por hora, me arde la piel y mis pantalones me resultan demasiado apretados.
Solo soy capaz de pronunciar un par de palabras: «por favor». Pero ni quiera así estoy seguro de que las haya dicho en voz alta, sobre todo porque él no reacciona, sino que continúa sembrando un reguero de besos hasta la elevación de mi pecho.
Jadeo cuando me lame la piel que deja al descubierto mi camiseta,
me retuerzo a causa del potente impacto de las llamas que me devoran, que crepitan entre mis piernas y hacen que me humedezca, que me sienta preso de la necesidad o
de una terrible y maravillosa desesperación.A medida que la presión aumenta, una parte de mí que permanece enterrada sabe que esto está mal, que es un error. Debería incorporarme. Apartarle. Debería parar esto.
Pero lo único que se necesita para aniquilar esos pensamientos es que Minho se enderece solo un poco. Que deslice una mano a lo largo de mi brazo y luego alcance mi pecho. Busca mi pezón a través de la tela y lo masajea entre el pulgar y el índice hasta que se pone erecto, pellizcándolo con tanta fuerza que roza el límite que separa
el dolor y el placer y aterriza en algún punto próximo a lo exquisito.Me oigo jadear y ni siquiera me reconozco. Ya no estoy seguro de quién soy y en lo único en lo que puedo pensar cuando me sube de un tirón la camiseta para liberar seguir jugueteando con mis pezones. Quiero que sea salvaje.
Y, maldita sea, lo quiero ya.
Pero ahora que estamos haciendo esto, ahora que estoy medio desnudo y
ardiendo, Minho tiene prisa. Sus ojos se enfrentan a los míos mientras acerca la
cabeza a mi pecho y reconozco la pasión de nuestra juventud.
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Proyecto Liberación
Fiksi PenggemarTodo el mundo cree que el atractivo y millonario Lee Minho es un conquistador impenitente. Siempre rodeado de las chicas y chicos más bellos y liberados, frecuenta fiestas esplendorosas donde el sexo se bebe como si fuera champán. Lo que casi nadie...