la guarida de Liberación pt2

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Tampoco podían olvidar la bomba que Jisung había soltado sobre Darcy. Seguía sin poder creer que el financiero le hubiera hablado a la OMRR sobre Liberación y que hubiera mencionado su puñetero nombre en clave.

Aquello era una infracción grave,
pero Minho sabía que no debía dejarse llevar por el pánico. Sus hombres eran los mejores. Su organización estaba bien encubierta. El nombre era solo extraoficial. Y Darcy no tenía adónde apuntar. La OMRR podía buscar, pero no encontrarían nada.

Jisung era un problema muy diferente. El tipo de inconveniente que no podía
quitarse de la cabeza, perseguir ni arreglar.
La clase de problema que se te metía bajo la piel y hacía que te distrajeras. El chico  era la obsesión de toda su vida, su secreto inconfesable, su amor más profundo.
En resumen, lo deseaba. Y él era un hombre acostumbrado a conseguir lo que deseaba.
Cuando estaban a unos ocho kilómetros de la casa franca, Changbin apagó la música.

—Vale, ¿qué me dirás que mierda te pasa?

—¿Cómo dices?
Changbin se encogió de hombros.

—Hablo de tus malas pulgas, Lee know.

—Que te den. No tengo malas pulgas.

—Yo solo digo lo que veo.
Minho frunció el ceño.

—Nuestra mejor pista se ha desangrado mientras estaba bajo custodia. Creo que
tengo motivos para estar de mal humor.
Changbin le miró y meneó la cabeza.

—Lo que tú digas.

«¡Maldita sea! ¡Mierda,  maldita sea!».
Minho no tenía intención de hablar sobre Jisung. Y en cuanto a Darcy…
Echó la cabeza hacia atrás y miró al techo.

—Estaba esperando a que estuviéramos todos para contártelo.

—Contarme ¿qué?

—Que Darcy nos ha jodido.

Durante un momento vio la furia en el rostro de Changbin. Luego su amigo apretó los
labios y asintió de manera rápida y concisa.

—Dame los detalles cuando estemos dentro. —Señaló con la cabeza la verja que rodeaba las poco más de cuatro hectáreas enclavadas en la ladera de la montaña—. Así tendré unos cuantos minutos más antes de que pillen unas ganas de matar al cabrón de Darcy.

Un botón en el salpicadero del Range Rover abrió la verja y Changbin la cruzó a toda velocidad, levantando una nube de polvo al pasar del asfalto al camino de tierra.
Desde aquella distancia, la casa quedaba oculta por una hilera de árboles, pero Minho  la conocía bien.

Su padre compró esa casa de cinco dormitorios, de estuco y tejado rojo, cuando Minho no era más que un niño, y él se la había comprado a su padre hacía doce años.
Desde entonces había procurado llevar a varios modelos y aspirantes a actrices a la finca al menos un par de veces al año para mantener la tapadera de que la casa era ahora la guarida de Liberación. Pero en realidad era mucho más que eso.

Con los años, Minho había transformado el interior en un centro de operaciones de última generación.
Era una de las joyas de la corona de los activos operativos de Liberación, y verla de nuevo, tan majestuosa, tan bien camuflada, le hizo sonreír. No había pasado por alto un solo detalle a la hora de montar Liberación y ese celo y planificación se reflejaba en los resultados.

También obtendrían resultados con Mueller. Estaba seguro.
Aparcaron en el camino de entrada de gravilla, que formaba un semicírculo frente a la casa, y atravesaron el funcional patio ajardinado de la parte delantera. La casa
estaba bien protegida, aunque no de forma visible. Solo se podía entrar con los códigos de acceso correctos. En cuestión de segundos estuvieron en el vestíbulo
embaldosado de terracota de lo que parecía una casa vacía.

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