JodePolvos

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Minho desperó mientras Bambam estudiaba los planos proyectados en la pizarra blanca de la sala de conferencias. De hecho, llevaba diez minutos analizándolos.
Los planos proporcionados para un dispositivo que se podía instalar en el exterior, pero que monitoreaban conversaciones que tenían lugar en el interior de un edificio enviando una serie de pulsaciones a través del sistema eléctrico preexistente. En
teoría, un solo dispositivo que permitía la vigilancia de un edificio tan grande como en el que estaba ahora mismo, y eso que se encontraba en la planta cuarenta y tres.

Era una impresionante pieza de ingeniería. Y en lo que a vigilancia se refería, algo revolucionario.
Teniendo en cuenta el tiempo que Bambam  había estado estudiando los detalles, estaba claro que sabía lo que se hacía.
Por fin se volvió hacia Minho y se apoyó contra la pared como si aquello fuera lo más normal del mundo.

—Estoy impresionado —reconoció, algo que viniendo de Bambam era un gran
elogio.

A diferencia de Minho, el acaudalado experto en tecnología no había heredado su fortuna, sino que había ganado su dinero en el circuito profesional de tenis y construido una industria multimillonaria con tentáculos en toda clase de pasteles,
incluida la tecnología punta.
Se conocían desde hacía varios años y minho había invertido en uno de los
complejos turísticos de Bambam . Hoy, esperaba convencerlo para que gastara parte de su fortuna en el innovador dispositivo de escucha que Felix había diseñado.

—Eso es bueno —contestó Minho—. Pero lo que necesito saber es si te interesa fabricarlo y comercializarlo en los términos que he resumido.
Los términos eran muy favorables para Bambam , a la vez que financiaban a Minho y al equipo que necesitaba para Liberación y proporcionaban unos cuantiosos royalties a Felix por el diseño.

—Podría interesarme. —Cruzó la habitación y retiró una silla para sentarse con las piernas estiradas. Colocó los dedos, unidos por las yemas, debajo de la barbilla—. El concepto me tiene fascinado desde que me lo ofreciste. Ahora siento curiosidad
sobre por qué no utilizas tus propios recursos para fabricarlo y comercializarlo.
Posees fábricas en Asia. Y tu división de seguridad no solo podría aprovechar este equipo, sino que además podría conceder una licencia sobre el mismo a las fuerzas de la ley.

—Antes te he dicho que tengo mis razones —adujo minho, esperando no haber malinterpretado a su amigo.

No quería que bambam presionara. Lo cierto era que Minho no podía poner en
servicio el dispositivo a través de los canales de Lee, no sin disparar las señales de alarma que impedirían a Liberación utilizar la tecnología de manera segura y anónima. Pero confiándoselo a bambam y recuperando la licencia no dejaría ningún rastro.

Bambam  asintió despacio.

—Seguro que las tienes. Y estoy seguro de que sabes que tengo recursos para
averiguar dichas razones.

—Los tienes —replicó Minho. La verdad era que nunca hasta entonces había salido del círculo de Liberación. En primer lugar, porque no era práctico. En segundo, porque Minho no solía confiar en otros. Pero necesitaban ayuda para ese proyecto y
tenía la corazonada de que podía fiarse de Bambam —. Pero me parece que eres un hombre que entiende el valor de la discreción. Y que es consciente de que cualquier hombre es dueño de sus secretos.

Bambam le sostuvo la mirada durante un momento. Luego asintió despacio y se puso en pie.

—Echaré un vistazo a tus condiciones y te llamaré esta semana. Lanzaremos un prototipo dentro de sesenta días.

—Bien.

Minho se levantó, sorprendido por la magnitud de su alivio. El tailandes le caía bien.
Temía estar siendo un ingenuo, pero creía que, aunque el hombre averiguara lo de Liberación, guardaría el secreto. Cuando regresó a su despacho después de acompañar a Bambam al ascensor,
encontró a  Kim Jisoo, su secretaria, de pie junto a su mesa. Le ofreció el portafolios que llevaba en las manos y golpeteó con la punta de su bolígrafo en el espacio para la firma que se le había pasado esa mañana a pesar del aviso que ordenaba sin rodeos
«Firme aquí».
Plasmó otra rúbrica y le devolvió el contrato.
Ella lo guardó de forma eficiente en la carpeta que había llevado durante cada uno de los veintitantos años que llevaba en la empresa.

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