CAPÍTULO 6

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Preparo mi mente y miro todo el alrededor de la galería. La conversación de aquel fantasma, fue fatídica. Ni que hablar de la sensación que tengo al ver a un ente de otro mundo, flotando por los aires. ¿Es normal eso? ¡Claro que no! Debo tener una vida tranquila, sin estar al lado de un demonio con su cuervo negro.

Debo calmarme y acostumbrarme a los fantasmas. Por el momento.

—¿Dónde está ese dichoso vidente? —pregunto, mirando a mi alrededor con miedo. Aún no me saco de la cabeza que hay una mujer fantasma rondar por este lugar—. Esto me produce escalofríos.

—Siempre, huelo miedo en ti. Muy exquisito y placentero —detalla de pie a mi lado. Me mira con sus ojos amarillos y sonríe con ironía—. Debes acostumbrarte, chica patata.

Lo miro molesta.

—Deja de llamarme así, tonto demonio.

Él ríe divertido.

—Las mujeres humanas y sus comportamientos fríos —señala con la cabeza a los cuadros de arte que están guindados por todo el alrededor. No hay gente. Más bien, había en la entrada un letrero que decía cerrado por arreglos—. ¿Sabías que en los objetos pueden habitar fantasmas?

Oh no, de nuevo con eso.

—¿Qué quieres decir? ¿En estos cuadros habitan fantasmas?

—No realmente, chica patata —refuta, mirando a un cuadro en especial. Uno abstracto, muy difícil de descifrar—. Solo los que tienen mucho sentimiento de por medio.

¿Mucho sentimiento?

—No entiendo.

—Es muy fácil de comprender. ¿Qué sentimiento te trasmite ver un cuadro de una mujer llorando? —cuestiona, empezando a caminar. Voy detrás de él, sin dudarlo—. ¿Tristeza? ¿Dolor? ¿No te has preguntado qué sintió el pintor al hacerlo? O..... ¿Si pintó a alguien cercano a él?

Oh.

Cuadros emotivos.

—Entiendo. ¿Eso lo dices por la chica fantasma?

—Bingo. Pensé que no eras inteligente —declara, sacándome un apretón de dientes y unas ganas de golpearlo—. Cuando un fantasma está enraizado a un objeto, es difícil alejarlo de ello.

Se detiene, justo en un cuadro en especial. Quedo adherida maravillada a la pintura de la pared. Es una hermosa mujer de cabello largo que llega hasta la cintura, de piel caucásica, ojos de color mieles claras, casi dorados; con unos labios gruesos seductores y cejas pobladas bien oscuras. Porta un vestido rosa pastel con ornamentos elegantes.

Está sentada en una silla, mientras proyecta una mirada llena de alegría.

—¿Lo sientes? —pregunta Belicar. Klaus grazna y aletea—. Sentimientos problemáticos que tienen los humanos. ¿Por eso no se va?

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