CAPÍTULO 26

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Llegamos a un sitio, parecido a las catacumbas, solo que este, no tiene huesos, ni nada de eso. Es más calmado y no huele tanto a humedad. Desde la entrada, puedo escuchar una música instrumental que resuena. Pensé oír rock metálico. De esos que cantan con voz atrofiada; sin embargo, todo es normal. Lo diferente sería, el lugar de la dichosa fiesta.

Klaus aterriza en mi hombro. Aún sigue vestido con su traje elegante.

—Antes de entrar, dime que es mentira lo que soltaste en mi habitación —hablo mirando la entrada de la cueva—. Que no pondrán pepinos a traseros, ni bailaran con cadáveres, mucho peor, con "diablas".

El muy idiota ríe escandaloso.

—¿Tanto miedo te da eso?

—Un ser humano normal, no haría eso.

—¿En serio? Lo dudo, chica patata —refuta, poniéndose enfrente de mí. Esconde sus manos detrás de su espalda, agacha un poco su cuerpo y me observa con sus orbes amarillentos—. He participado en muchas fiestas clandestinas. Por ejemplo, en una, tuve que hacer de stripper en un grupo de hombres. Todos gritaron y con sus manos, tomaron mi...

—¡Correcto! ¡Entiendo, Belicar! —exclamo, cortando sus palabras sexuales—. Están prohibidos los detalles de tus anécdotas.

Él ríe, poniéndose recto y agarrando mi mano.

—Bien. No diré nada de mis aventuras como demonio —habla, moviendo sus dedos sobre mi mano. Lo observo extrañada por su comportamiento. En sus labios, se forma otra sonrisa diferente—. Muy interesante.

—¿Qué es interesante?

Él voltea a observarme con una expresión indescifrable.

—La realidad, chica patata —contesta, soltando una risa misteriosa—. Vamos. No harás nada que no te guste. Tanto el viejo Klaus y yo, estaremos atentos de cualquier cosa.

¿Confiar en él?

¡¡Dudo que lo haga!!

Miro a la entrada de la cueva y respiro profundo. ¿Armándome de valor? Algo me dice que vaya enseguida a casa. ¿Premonición?

—Bien. Vamos a entrar. Cuanto antes acabe esta noche, mejor para mí —suelto con un respiro profundo—. Acabemos con esto.

—Si lo dices de esa manera, parece que irás a la guerra con los demonios.

—Lo que sea. Entremos.

El idiota ríe. Nos metemos a la cuerva, directo a la fiesta demoniaca. A medida que camino, la música se acentúa más. Aprieto la mano de Belicar y miro a Klaus en mi hombro. A pesar el trío que somos, sigo sintiendo que no terminará para nada bien.

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