CAPÍTULO 1

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Es la segunda vez que despierto en la madrugada, sintiendo una extraña sensación de ser observada. Ladeo mi cuerpo y veo la hora. El reloj marca las tres de la mañana en punto. El recuerdo de la conversación que tuve con mis amigas, viene a mi cabeza, entrándome miedo.

"Sí te despiertas en la madrugada de la nada, algo malo está a tu lado"

¿Malo?

Me arropo de pie a cabeza, cubriéndome por completo.

He escuchado que más miedo haya, el cerebro juega una mala broma. Se puede escuchar o mirar cosas que no existen, producto de la imaginación. Eso quiere decir que si empieza a especular, esto segura que algo he de ver por ahí caminando.

¿Un duende?

Oh, no.

Imagino con rapidez a un monstruo verde de cuerpo deforme con una risa chillona, acechando en la oscuridad.

Y rezo.

No es mi punto fuerte rezar a Dios, pero lo hago cuando entro en miedo de saber que puedo ver cosas sobrenaturales como duendes. De esos que salen en los videos de youtube que veía de niña por curiosidad.

No debo de enfocarme en ello; sino, en mi hermana que está en el hospital muy enferma.

Todo el miedo se esfuma de golpe al aterrizar en la realidad y no en una fantasía. Es verdad, mi hermana mayor está hospitalizada. Ya son dos meses allí. Le ataca una enfermedad grave a su cuerpo.

Aparto la sábana, quedando con la mirada en el techo.

Quise quedarme a cuidar de ella, pero mamá dijo que fuera a descansar en casa. He aquí, teniendo un insomnio a la madrugada e imaginando seres que no existen. ¿Algo más que agregar?

El ruido de mi celular suena, dándome un susto de muerte.

Lo que faltaba.

Busco el celular por encima de la mesa de noche, sujetándolo de prisa. Una llamada en la madrugada no es para nada bueno. No cuando veo el nombre de mamá en la pantalla.

El miedo corroe mi pecho de golpe.

—¿Mamá? —contesto, tragando saliva. Escucho un silencio—. ¿Pasó algo?

Ven rápido al hospital, Arienne.

—¡Voy! —exclamo. Cuelgo el celular y enseguida empiezo a vestirme con rapidez. No digo nada, solo atino en tomar cualquier ropa para ponérmela encima. No importa que sea, lo importante es pisar el hospital cuanto antes.

Debo llegar rápido.

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Llego justo cuando mi madre, está sentada afuera del consultorio del doctor de mi hermana, con los brazos apoyados sobre sus piernas. No hace falta que explique lo que pasa para adivinar lo que le agobia. Con el corazón en mi mano, me acerco a ella, ubicándome a un lado de su cuerpo. Me agacho y le toco sus hombros tensos. Con lentitud y de manera agonizante, levanta el rostro para verme con esos cansados.

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