CAPÍTULO 32

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Mi cuerpo cae encima de una rama de trasero. El dolor se expande por mi retaguardia, ocasionando molestia e ira por haberme tratado, igual que un objeto. ¡Es un reverendo idiota! Dejo a un lado las ganas de golpearlo y lo que dijo en ese tonto demonio, quien está junto al fantasma maligno, mientras que Klaus, aterriza en mi hombro.

¿Qué planea hacer?

—No puedo hacer nada —musito, mirando al fantasma maligno, el cual, suelta un quejido rasposo—. ¿Por qué le hicieron eso? ¿Cuál fue el motivo de......—Un dolor agudo ataca mi cabeza y algo viscoso resbala por mi nariz. Palpo con mis dedos, viendo que es sangre—. ¿De nuevo?

Klaus ulula. Ahí, recién me fijo que las plumas de su cabeza, están por la mitad.

El tiempo se está acabando.

Eso significa malas noticias. Con cuidado de no caerme, bajo por el árbol, pisando el suelo. Klaus no para de graznar. ¿Hablando? Lo veo volar, hasta quedar enfrente de mí.

No puedes bajar del árbol, Arienne.

Agrando los ojos, al escucharlo hablar.

—Tú....

La tierra del cementerio tiembla, seguido de chillidos que hacen eco por todo el lugar. Echo un vistazo al sitio que están ellos, encontrándome con Belicar de pie, encima de uno de los brazos que ha estirado el espectro.

¿Una escena de caricatura?

Todo está extraño. Limpio la sangre de mi nariz con el dorso de mi mano e intento estabilizarme. Aún sigue el tema de Klaus hablar dentro de mi cabeza. ¿Por qué un cuervo hablaría? ¿Qué motivo tiene?

Confuso.

—Preguntaré de nuevo, ¿estás seguro de tratar de aniquilarme? —habla Belicar con tranquilidad—. Solo vine a intercambiar un favor a cambio de tiempo. No quiero ver a mi cuervo blanco. De cierta manera, parece calvo.

Deberías saber cuál es tu puesto, demonio. No debes entrometerte en algo que no te incumbe —habla el espectro maligno, moviendo su cabeza a un lado, pudiendo apreciar su torcido cuello anormal—. Mi alma está enraizada en este lugar y nadie podrá cambiar ese hecho.

—Sé dónde está lo que te mantiene en este sitio —replica Belicar, saltando por el intento de golpe—. No puedes subestimar a un demonio. Lo desenterraré de aquí y lo quemaré.

No lo harás, demonio. ¡Te prohíbo que toques ese lugar!

—No puedo enterrarte en otra parte. Tu cadáver ha tomado mucha energía negativa. Es muy tarde para darte un entierro digno. —En un chasquido de dedos, aparece una llamarada de fuego—. Klaus, busca lo que le enraíza a este lugar.

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