CAPÍTULO 4

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Sí. Esos mismos que vi en un video de youtube y de aquellos que hablaban mis amigas en el colegio, de esos seres demoniacos, están enfrente de mí. Duendes. Hay varios de ellos que vienen hacia nosotros con sus movimientos torpes, casi se arrastran en el suelo de forma anormal. Todo mi cuerpo se ha congelado por completo. No puedo mover ningún apéndice.

Duendes.

Los verdaderos.

—Son demonios que se alimentan del tiempo de los seres humanos. Mejor dicho, roban —explica. Aún no quita su mano de mi boca—. Ellos tienen vida corta, mueren en seis meses.

Trago saliva, al verlos caminar hacia nosotros.

Uno de ellos, salta por encima de Belicar, haciendo que soltara mi boca. Mis piernas caen derrumbadas al suelo. Ya no grito, sino respiro profundo y trato que el miedo no gobierne en mi cuerpo.

¡Estoy viendo demonios!

—Quiero ir a casa.

—Primero, tenemos que tener tiempo. Luego, te llevaré a casa —dice a medida que patea al duende, mandándolo lejos y escuchando ese chillido aterrador. Ríe como un demente al golpear a esos pequeños demonios.

—Estás loco.

Él voltea a mirarme y sonríe de lado.

—¿Crees que estoy loco? Bien, lo estoy. Ahora, trae a ese enano.

No entiendo a lo que se refiere, sino hasta ver a un duende por mis pies. Este, araña mi pierna con sus uñas afiladas. Grito de nuevo, mientras Klaus empieza a picotearlo, alejándolo de mí.

—¡Esto no debe existir!

—Pero existe —replica Belicar, apartando a los demás duendes—. Necesitamos apartarlos y llegar a la fosa.

Verdad.

Dijo que íbamos hacia una fosa de cadáveres.

Con mis piernas temblando, busco algo para defenderme, encontrando un tronco seco de un árbol. Lo cojo entre mis manos y empiezo a golpear a cualquiera de esos duendes, apartándolos de mi camino.

Grito y golpeo, sintiendo la adrenalina corriendo por mi cuerpo.

Parece un videojuego de esos que salen en el internet. Escucho la risa de Belicar, con el graznido de Klaus al picotearlos. Cuento diez duendes que huyen despavoridos con un chillido aterrador.

Falta poco para que amanezca.

—¡Bien! —comunica Belicar a un lado de mí. Da una palmadita en mi hombro—. Lo hiciste bien.

Respiro con dificultad.

¿Así de fácil? ¡Lancé a muchos duendes como si estuviera jugando golf!

—Ya no quiero hacer esto.

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