CAPÍTULO 25

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Algo peludo, pisa mi cara, mientras empieza a lamer, sintiendo su pequeña lengua caliente. Abro los párpados rápido, encontrándome con un roedor encima de mi pecho. Lo quito con suavidad, levantándome de mala gana. Desde que vine del paseo con Belicar, caí desmayada en la cama sin saber nada más de mí, ni de nadie.

Miro con los ojos entrecerrados al frente, encontrándome con Nanael, quien mira atento la foto familiar que tengo encima de uno de los roperos de mi cuarto.

—¿Qué hora es? ¿Por qué en mi cuarto? No pensé que los ángeles les gustara pisar sin permiso una propiedad privada —digo, fregando mis ojos. Él voltea a mirarme, teniendo una sonrisa plasmada en su rostro—. ¿Qué?

—Has dormido todo el día. Tu madre vino a visitarte, ni la sentiste —informa, sosteniendo la foto familiar—. ¿Muy cansada?

Ni que lo diga.

—Demasiado —contesto, desperezándome—. Por culpa de Belicar, no duermo bien. Siempre que vengo de las salidas con él, caigo desfallecida en mi cama.

—Un resultado por compartir tiempo con un demonio.

—Algo que lo busqué —hablo, rascándome la cabeza—. ¿Puedes decirme como desvincularme con Belicar?

Él me observa tan tranquilo. Siento a Morfeo, subiéndose a mi hombro, mientras empieza lamer mi oreja.

—Oye, deja de hacer eso, Morfeo —amedranto, tomándolo entre mis manos. La rata blanca, mueve su cabeza de un lado al otro, sin apartar su mirada rojiza de la mía—. ¿Qué tanto entiende tu amigo?

Nanael ríe suave

—Casi todo. Puedes hablarle de lo que quieras —indica Nanael. Dejo a Morfeo en mis piernas, mientras este va directo a mi hombro para seguir molestando con mi oreja—. Le agradas.

—Soy muy dulce para los animes exóticos.

—Como el cuervo de Belicar.

—Klaus es un cuervo muy simpático —digo sonriendo con sinceridad—. ¿Y bien? ¿Hasta cuándo estarás visitándome? —Miro al reloj, marcando las ocho de la noche. ¿He dormido casi un día? No está de más—. Ya mismo viene ese demonio tonto.

—Debo de vigilarlos un poco más, antes de partir de aquí —contesta suavemente. Lo miro con mucha atención, topándome con su belleza única de ángel. No puedo creer que esté enfrente de un ser celestial—. Necesito hacer unas cosas.

—¿Al menos tienes idea cómo desvincularme de Belicar? —inquiero, mirándolo con interés. No dice nada. Solo me observa con una sonrisa misteriosa en los labios—. Sabes algo, ¿verdad? Después de todo, eres un ángel.

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