6. Zambullida

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Jefferson

Cuatro años atrás.

—¡Eres un desgraciado! —exclamó Blake al verme lanzar una cascara de banana hacia atrás.

Estábamos jugando Mario Kart Tour en casa de Lucas. Por mi acción el auto del castaño resbaló y casi logra chocar, pero pudo recomponerse fácilmente. Intentó hacer la misma maniobra que yo, solo que para su desgracia mi Pauline logró esquivarlo.

Los padres del rubio no estaban como usualmente sucedía cada jueves.

—Perderás—musité, moviendo mis pulgares sobre el control para tomar ventaja.

—Dry Browser nunca pierde—declaró.

—Ya veremos.

—Creo que perderás, Blake—mencionó Jonathan entre risas.

—Cállate, bastardo. Después de que aplaste a Blasen te aplastaré a ti.

—Sabes que eso no va a pasar.

—No seas gallina, Jon.

—Mi apellido no conoce esa definición—presumió, sentándose a su lado.

Llegué a la meta y la pantalla anunció que era el ganador de la carrera. Blake soltó una maldición y enseguida inicio otra partida. Le di el control a Jonathan y comenzaron a competir. Me levanté de mi lugar y me acerqué a la barra de la cocina. Ahí estaban Owen y Lucas bebiendo vodka mezclado con soda.

—¡Bastardo! —gruñó Blake y me reí.

En tan poco tiempo ya me había encariñado con ese montón de idiotas que no saben pensar en otra cosa que no sea videojuegos, fiestas y chicas. Tomando un vaso el recuerdo de como nos conocimos inundó mi mente y sonreí mientras vertía el alcohol.

Blake era hijo del dueño de una disquera que producía cantantes de talla internacional. Jonathan tenía de padres a un par de médicos forenses. Owen pertenecía a la familia de un juez. Lucas era primogénito de un aclamado abogado y de una famosa tenista. Y mis progenitores eran empresarios e inversionistas. Éramos los hijos de la elite.

Los cinco vivíamos en ambientes distintos y por cosa del destino nuestros padres tomaron la decisión de enviarnos a un campamento varonil que se llevaba acabo cada verano. Dos semanas llenas de actividades deportivas, recreativas, espirituales y de convivencia. Todo con el propósito de hacernos conectar más con nuestro ser interior.

El segundo día nos tocó juntos en un solo equipo. Teníamos que hacer imitación de un grupo musical. Blake no dudó en proponer a los Backstreet's Boys. Todos conocíamos la canción así que lo hicimos. Interpretamos Everybody y fuimos los ganadores de esa noche.

Desde ese entonces nos volvimos inseparables. Incluso les pagamos a mis compañeros de habitación para que se fueron y pudiéramos dormir todos juntos.

—¿Qué hora es? —preguntó Lucas, tratando de mantener sus ojos abiertos.

Estaba demasiado ebrio.

—Faltan quince minutos para que den las diez—dijo Owen, mirando el reloj en su muñeca.

—¡¿Qué?! —exclamó el rubio, dejando el vaso sobre la tabla y moviéndose hacia la sala—. Joder, no puede ser. ¿Dónde está mi maldito teléfono?

Recorrió todos los muebles hasta encontrar el aparato detrás de un cojín. Blake le puso pauso al juego para ver que sucedía.

—¿Qué sucede? —inquirí al ver su desespero.

—Alice—tan solo escuchar su nombre me puso alerta—. Salió de clases hace una hora.

Puso el teléfono en su oreja y soltó una maldición.

TOMEMOS UN PASEO © [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora