1. Raqueta

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Alice

Presente

Sentía que iba a desmayarme de cansancio.

Mi espalda dolía, mis piernas ardían, mis rodillas amenazaban con rendirse, y mis pies pedían tregua, al igual que todo mi cuerpo, pero no podía detenerme, no debía.

Rodillas flexionadas, espalda recta y piernas separadas, me repetí.

Odiaba admitir la cantidad de veces que se reproducía esa oración en mi cabeza durante cada entrenamiento. Una máquina lanzadora de pelotas estaba a unos cuantos metros de mí mientras que mi entrenador me miraba con escudriño anotando en su cuaderno cada movimiento que hacía, cada error que cometía, para hacérmelo saber después.

El sudor recorría mi espalda y el caluroso sol pegaba sobre mi frente, haciéndome entrecerrar un poco los ojos. La ropa me comenzaba a estorbaba, moría por darme una larga ducha y después tomar una siesta de mínimo seis horas, pero aun con el agotamiento encima me moví para golpear la siguiente pelota de tenis con la raqueta.

Sebastian, mi entrenador, detuvo la máquina para tomar su lugar. Agarró una raqueta del canasto y se puso en posición para dar hacer el saque. Aproveché los segundos de ventaja para componer la tira elástica que rodeaba mi cabeza, haciendo algunos mechones rubios hacia atrás, necesitaba quitar cualquier cabello de rostro antes de seguir.

Me coloqué en postura y el enfrentamiento empezó.

Se quejó al no lograr devolverme el pase e hizo su cabello oscuro hacía atrás con afán. Solté una risita en cuanto ocurrió una segunda vez. El enojo inundó su rostro y enseguida borré la diversión en mi rostro. Tragué saliva y esperé el saque.

Treinta minutos después, cuando la noche cayó sobre mis hombros decidió que era momento de terminar el entrenamiento. Agradecí por eso en voz baja, no ansiaba nada más que irme a casa, tomar una ducha y dormir hasta que la alarma sonara por la mañana.

Estaba destruida físicamente, solo quería descansar.

Tomé mi botella de agua del suelo, guardando mi raqueta debajo del brazo para dar un sorbo.

—Tienes que ejercitar más los brazos para recuperar la forma—dijo Sebastian, pasando a mi lado para dirigirse al interior del Centro Deportivo de la Universidad de Egluemore—. Las vacaciones se ven reflejadas por como sostienes la raqueta, te cuesta, te pesa.

Asentí.

—Da media hora más de gimnasio mañana antes del entrenamiento.

—¿Media hora más? —pregunté, casi ahogándome con la bebida.

—Sí, ya es necesario que vuelvas al ritmo.

Aclaré mi garganta y moví mi cabeza en una afirmación.

No sabía cómo lograría añadir media hora más al gimnasio, eso alteraba por completo mi rutina y horas de comida, apenas y podía encontrar el tiempo para respirar tranquilamente.

—El torneo de la universidad empieza en unas semanas—me recordó, como si lo supiera bien—. Ya eres la favorita de muchos, Alice. No hay que decepcionarlos.

Me dió un pequeño apretón en el hombro y siguió de largo hasta perderse entre las puertas de vidrio que daban acceso a toda la instalación. Suspiré y lo seguí, metiéndome en las penumbras de los pasillos y caminé hacía la izquierda para ir a los vestidores.

Pasé por la gran vitrina de premios y me detuve al ver el trofeo dorado con el nombre de mi mamá grabado en la placa de metal debajo del título al Torneo Egluemore por obtener el primer lugar, del cual yo ya había sido ganadora en el par de años anteriores.

TOMEMOS UN PASEO © [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora