7. Saque

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Alice

Cuatro años atrás.

Deshice por tercera vez la trenza que intentaba hacerme en el cabello. No encontraba la forma para hacer que se viera bien hecha y no solo un montón de nudos enredados. Tomé una bocana de aire para volver a intentarlo con la poca paciencia que me quedaba.

—Alice, mi cielo —la voz de mamá me tomó de sorpresa. Enseguida la miré y le sonreí.

Tenía puesto un overol de mezclilla con una camiseta blanca debajo. Su cabello castaño claro brillaba con bajo los rayos del atardecer que entraba por la ventana. En la mano sostenía un vaso de cristal con un líquido color beige.

—Te traje tu proteína, es importante que la tomes antes de ir a entrenar—se acercó al tocador y dejó el recipiente cerca de mi joyero.

—Gracias, mamá—dije, dejándolo mi intento de peinado a medias para beber.

Mientras saboreaba en sabor a vainilla y banana tomó el peine y empezó a cepillar mi cabello. Por el reflejo del espejo pude ver el destello en sus ojos mientras lo hacía. Me moví lo menos posible y en menos de tres minutos mi pelo estaba prolijamente trenzado.

—Hermosa como tu madre—apretó mis hombros—. ¿Ahora este será el nuevo estilo?

—Quería probar algo diferente hoy.

—Bien.

Miré hacia mis pies asegurándome de tener las agujetas amarradas de la misma forma. Estaba nerviosa, era la primera vez que invitaba a alguien a verme entrenar y me asustaba que se diera cuenta que no era tan buena como aparentaba.

Todos decían eso, pero mi entrenador siempre se encargaba de hacerme saber que no era así, por eso debía esforzarme para sobresalir y hacer que dejaran de usar el "hija de" después de mi nombre.

—Sabes que te amo y que eres mi vida entera, ¿cierto? —Asentí. Sus ojos azules se juntaron con los míos por el reflejo del espejo—. Sé que quizá el deporte sea más complicado para ti debido a mí, pero quiero que sepas que tienes talento y no te digo como madre, te lo digo como colega. Así que da todo de ti y olvídate de quién eres hija.

Mantuve mi mirada sobre ella y un peculiar escalofrío recorrió cada fibra de mi cuerpo. Últimamente me decía cosas que parecían una despedida, como si quisiera que todas nuestras interacciones fueran algo para recordar.

—Mi mayor sueño es que algún día te pongan una medalla de primer lugar en uno de los campeonatos internacionales y les demuestres a todos de lo que estás hecha, que les enseñes que las horas de entrenamiento no las hace un apellido. Deseo que tu nombre brille por sí solo.

—Algún día, mamá. Lo prometo—le aseguré.

—Espero poder verlo—sus ojos se llenaron de tristeza.

Tragué saliva.

—Claro que lo harás.

Asintió y sonrió con delicadeza. Quitó sus manos de mis hombros y se dio la vuelta para salir de la habitación. Regresé mi mirada a mi propio reflejo y terminé de beber la proteína intentando no sobre pensar en lo que acababa de suceder.

──────── ❁ ─────────

El centro deportivo estaba casi vacío. El campo de tenis era lo único se encontraba totalmente iluminado. Los conserjes ya estaban limpiando los pasillos y algunas aulas de entreno como la de taekwondo, esgrima, voleibol y básquetbol.

Dejé la raqueta sobre la banca que estaba en mi lado inicial del campo. Un par de empleados estaban poniendo pelotas dentro del lanzador y mi entrenador aún se encontraba despidiendo a las alumnas del último turno. Llevaba rato mirando la entrada cada que escuchaba llegar a alguien.

TOMEMOS UN PASEO © [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora