30. Catarsis

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Alice

Presente

Era jueves cuando mi vida comenzó a derrumbarse, y es que sí, podía hacerlo más.

Vi el reloj de la pantalla de la computadora, esperando que marcara la medianoche. En cuanto sucedió recargue la página de la universidad, inicié sesión y tomé una bocanada de aire al ver que el apartado de Resultados estaba habilitado. Mi ritmo cardíaco se aceleraba conforme acercaba el apuntador hacia ahí. Cerré por un segundo los ojos al hacer clic.

Una llamada entrante al teléfono fijo de mi casa me hizo sobresaltar.

La página terminó de cargarse y mi corazón se apretó al ver mi nombre en el número tres. En el segundo puesto estaba Alison y el primero uno de los mejores de la clase, Nick Dalton. Dejé salir una risita llena de decepción, de mí misma, y mi celular vibró sobre la cama, respondí enseguida y el grito eufórico de Alison resonó en toda mi habitación.

—¡Lo hicimos! —exclamó, y sonaba como si estuviera brincando.

Quería sonreír, emocionarme un poco, pero sabía bien qué ocurriría al día siguiente cuando papá viese los resultados. A diferencia del resto mi deber, según él, no era solo aprobar, era ser el número uno. Tener el mejor puntaje, no solo ser uno de los mejores.

Pero por otro lado estaba feliz por Alison, ella realmente se había esforzado por esto.

—¡Obtuviste el segundo lugar! —le contesté, tratando de imitar su tono.

Deseaba que no se diera cuenta. Ella sabía él tema de papá con su exigencia de que fuera perfecta, pero en esta ocasión no le había hablado acerca de sus demandas sobre el examen.

—No puedo creer que obtuvimos lugar en los cinco mejores puntajes, ¿quién lo diría?

—Sabía que lo haríamos, somos las mejores.

—¡Las dos mejores futuras abogadas de este puto mundo! —gritó—. Te juro por Dios que siento tanto alivió ahora que sé que nos fue bien, definitivamente tenemos que celebrarlo junto con tu victoria del sábado.

Tragué saliva. El sábado sería la primera jornada del torneo universitario. Perdía un peso para obtener uno el doble de grande porque era yo quién sentía el deber de ganar, aunque inconscientemente mi padre había puesto esa presión sobre mi espalda al permitir que los trofeos se diesen en memoria de mi madre.

—Me parece una excelente idea.

—Organizaré todo, ¡descansa, y ya relájate un poco, te veo mañana! —lanzó un beso a través de la línea y colgó manteniendo el mismo entusiasmo.

—Adiós—murmuré.

Cerré la laptop y eché mi cuerpo hacia atrás cerrando los ojos. Me giré hacia un lado y palmeé el colchón, un par de segundos después sentí a Marshall subirse y acaricié su cabeza. Una lágrima recorrió mi mejilla y dejé que el llanto se apoderara de mí hasta quedarme dormida.

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Le di un sorbo a la proteína preparada que me dio mi entrenador y cerré los ojos al sentir el líquido quemar un poco mi garganta por el sabor a limón y naranja. Apoyé mi espalda en el metal del casillero que está junto al mío e inhalé profundo para no soltar las lágrimas.

Gané el primer partido del torneo, como todos esperaban, pero había fallado incontables veces mientras jugaba. Mi cerebro sabía lo que tenía que hacer, pero al parecer ese día había decidido sumergirme en pensamientos impostores y jugué en automático.

TOMEMOS UN PASEO © [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora