37. Límites

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Omnisciente

Presente

Lucas estaba al borde de arrojar la poca paciencia que le quedaba por la borda.

Observaba a su hermana con escudriño, intentando encontrar algo en ella que justificara haberse puesto en riesgo de la forma en la que lo hizo. Incluso comenzaba a considerar que ver una tercera cabeza salir detrás de su nuca sería suficiente razón, o que tal vez había terminado por enloquecer, cualquiera era igual de válido.

Alice se hundió en su sitio, un poco incómoda por la mirada de su hermano sobre ella.

Jefferson se mantuvo al margen, recargado en el respaldo del sofá dónde ella estaba sentada, por más decía que todo lo que tuviera relación directa o indirecta con Alice era su asunto, este en particular sabía que no lo era, pero no iba a dejar sola por ningún motivo.

—¿Perdiste la cabeza?

—No es para tanto—objetó Alice.

—¿No es para tanto? ¿Tengo que recordarte sobre de quién estamos hablando? —Lucas pasó una mano por su barbilla, intentando no actuar por impulso; en su cabeza la idea de encerrar a Alice en su habitación cada vez se veía más tentadora—. Pudo pasarte algo.

—Pero no me pasó nada.

—¿Pero y sí, ¿sí?

—Pero no fue así.

—Alice...

—Lucas, confía en mí.

Lucas exasperó.

—¿Crees que realmente va a acabar con esta charla?

—Sé que hay temas pendientes, pero...

—¿Y si hace algo?

—No hará nada—declaró Alice tajante.

—¿Cómo puedes estar tan segura de eso?

—Porque lo conozco.

Jeff y Lucas intercambiaron una mirada rápida, desconcertados.

—Sé que pueden pensar que es una bestia, un monstruo, un idiota, y sí lo es—empezó—, pero tiene un corazón humano, uno que tiene debilidades tanto como el nuestro, y hoy logré tocar ese botón. Créanme, eso lo tendrá lo suficientemente ocupado en su cabeza como para querer tomar venganza, tenemos tiempo de que el contacto de Jonathan logre borrar todo.

—¿Y cuál es ese botón? —inquirió Jefferson.

Alice tragó saliva y luego bajó su mirada a su regazo.

—Su idea del amor.

Lucas soltó una risita mientras que hizo la espalda hacia atrás y talló sus manos en su rostro.

Le pidió al cielo que se lo llevase de una buena vez.

—Tengo esto, confía en mí.

—Lo hago, jodidamente lo hago—respondió, sin mirar—, pero déjame dejar una cosa en claro, Alice. Si Owen llega a hacer algo, se terminará la poca paz que hay en todo este asunto y la única salvación para él será la misma muerte, y créeme que cualquiera de nosotros tiene los motivos suficientes como para quererlo muerto—los miró—. Nadie va a extrañarlo.

—Ni su propia familia—añadió Jeff.

—Ni su propia familia—confirmó Lucas.

—¿Por qué todo esto suena como una amenaza para mí?

—Por supuesto que no—movió su mano en un desdén—, es únicamente un recordatorio de que no estás sola, y mucho menos tenías que intentar resolverlo por tu cuenta y también para que no te sorprenda si un día los frenos de su auto no funcionan.

TOMEMOS UN PASEO © [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora