32. Elección

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Alice

Presente

Existían dos opciones, dos posibilidades de lo que podía ocurrir esa tarde.

Podía salir todo bien, o podía irse todo al carajo.

Y si era la segunda no tenía idea de cómo iba a manejarlo.

Marshall venía sentado como copiloto con la lengua de fuera, parecía feliz.

No podía decir lo mismo, pero al menos me sentía algo liberada, limpia de cualquier carga.

Esperaba que Lucas lo hiciera también.

Mi pobre hermano...

Nunca le había echado la culpa de las cosas que me habían ocurrido porque sabía que al final la decisión sobre si estar con Owen o no había sido yo quién la había tomado, no él. Sin embargo, no podía dejar de sentirme mal por juzgarlo todas esas veces que busqué una explicación y nunca la recibí, había guardado algo inmenso con él.

Podía ser que no tuviéramos la mejor relación de hermanos, que discutiéramos de vez en cuando y que peleáramos por la última rebanada de pizza, pero al final era eso, mi hermano.

Era humano también, sentía, y demasiado, tanto como yo.

Ambos habíamos sacado ese lado sensible y emocional de parte de mamá.

Igual nos equivocábamos, justo como ella.

No podía negar que me sentía demasiado sorprendida y golpeada. Nunca esperé algo así de ella, pero me hacía muchísimo sentido por la vez que me contó sobre Jacob Blasen. Habló sobre la única chica que logró robarle el corazón, y sin saberlo, se refería a ella misma.

Recordar eso fue lo que me hizo creerlo.

Papá había escuchado esa conversación, y parecía bastante molesto.

Tenía razón para estarlo, pero había algo que no me hacía sentido en todo esto.

No sabía por qué, pero de alguna forma no le creía del todo a papá y a su versión.

Había cosas que no sentía que mamá hubiese hecho.

Ella era un alma libre, nadie la obligaba a hacer cosas que no quisiera.

Llamé por quinta vez al teléfono de Jefferson y volvió a enviarme directo al buzón de voz. Consideré esta vez dejar un mensaje, pero parecía que lo que tenía apagado o estaba en un lugar sin cobertura, así que no serviría de mucho.

Marshall le ladró a un par de gatos que vio caminar por la acera.

Marqué el número de Camille y respondió al quinto timbre.

—¿Hola? —respondió con la voz agitada.

—¿Estabas haciendo cardio?

—Algo así—la escuché cerrar una puerta—. ¿Qué pasa?

—¿Podrías cuidar a Marshall hoy? Tengo que ir a un lado y no puedo llevarlo conmigo.

—Eh, sí, claro. Señor y Señora estarán felices de estar con su gran amigo Marshall.

—Gracias, estaré ahí en cinco minutos—dije, dándole vuelta al volante para ingresar a la zona de la residencial dónde vivía Camille.

Agradecía que Cam tuviera su par de dálmatas.

—Te veo en la entrada—mencionó y colgó.

El camino de piedra no tardó en aparecer en mi campo visual. Al fondo estaba la mansión de estilo rustico con una estatua del dios griego Apolo rodeada por altos setos empezando a pintarse de marrón. La rodeé para poder detenerme justo en la puerta alta de madera oscura. Camille estaba sentada en uno de los escalones y apenas me vio se puso de pie.

TOMEMOS UN PASEO © [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora