Capítulo 15. Encierro.

8 1 0
                                    

El viaje duró media hora hasta llegar a un edificio gris que parecía de empresa.

Entramos a una especie de local de armas que no tenía nada que ver con el exterior.

Me dejaron encerrada en una celda que habían dos camas y un bater sucio.

-¡EY! ¡DEJADME IR HIJOS DE PUTA!

-Yo que tu no gritaría. Pueden llamar a la jefa.

Me cagué viva al darme cuenta de que no estaba sola.

-Quiero salir. Sácame.

-No puedo hacer eso.- parecía un robot.

-Venga y te regaló una noche conmigo.- dije bajándome un tirante de mi camisa de deporte.

-¿Te crees que vas a conseguir salir con tu mierda de actitud narcisista?

-¿Como te atreves niñato?

-Ahora te callas que intento pensar en cosas mejores.

-¿Y si no me callo?

-Atente a las consecuencias.

-No me das miedo.

-Deberías. No me conoces.

-Si te viera por la calle tampoco me gustaría conocerte.

Me miró furioso mientras se acercaba a la celda para abrir la puerta.

Cuando estaba abierta sonreí y le dije:

-¿Ves como con comunicación conseguimos lo que queremos?

Me cogió de la mandíbula y me estampó contra la pared haciéndome daño en mi columna.

-Te dije que te callaras.

-Cállame.

Y me besó. Aunque mas que un beso fue una mordida porque me hizo una herida con sangre en mi labio inferior.

-Serás estupido niño.

Me soltó y me digné a colocarme en mis labios un algodón que me dio sin muchas ganas.

-¿Te vas a callar ahora?

-No ves que no.

Bufó cansado de mi voz.

-Niña me tienes hasta los cojones. O te callas o vas a comerte esta pistola y que no me de por pegarte un tiro.

Quedé anonadada. Aún más cuando sin antes decir nada ya estaba dentro de la celda.

Sacó la pistola y le quitó el seguro.

-Chupa bocazas.

-Ni de coña. Estas loco.

-O la pistola o otra cosa.

-¿Que otra cosa?- pregunté aunque sabía la respuesta.

Empezó desabrochándose el pantalón.

-Ya te gustaría.

Con un golpe en mis piernas me dejó arrodillada sin tener espacio de defensa.

Terminó sacándose su miembro y abriéndome la boca con los dedos.

Le miré suplicando que no lo hiciera aunque le valió.

Sentí su contacto en mi boca y sentí ganas de potar y llorar. Mis lágrimas llegaron hasta su polla resbalándose en ella.

Escuché suspiros de su parte sabiendo que lo estaba disfrutando tenerme así sometida.

Mi yo interior aceptaba que el hecho de haber cambiado no cambió mi cobardía en situaciones como estas.

Así que no tuve más remedio que morderle. La sacó y me abofeteó guardándosela en el pantalón de nuevo.

-Niñata engreída ya te he dicho que yo castigo siempre así que sabes que a la próxima va a ser mucho peor.

-Jodete.- dije mientras me daba asco mi propia saliva. Le escupí en el traje de segurata y solo recibí una mirada de aviso.

Profundas Verdades (2/2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora