Profundas Verdades (2/2)

Capítulo 29. Mi cliente.

Rodó los ojos y pasó por detrás mía para ir hacia su mesa no sin antes apoyar su mano en mi respaldo y notar sus dedos en mi espalda que estaba al descubierto por mi top.

-Si quieres te lo explico.

-Déjalo.

Estuvimos sin hablar hasta que alguien llamó a mi puerta y fui a abrir.

Era mi cliente. Se me había olvidado.

-Hola doctora.

-Llámame Sofia.

Me sonrió el muchacho que tendría apenas unos dieciséis años.

Tras preguntarle sus datos personales decidí empezar con la consulta. Esto mas o menos duraría unos 45 minutos.

-¿Como estás?

-Bien, normal. Osea bien pero tengo mis cosas.

No tenía rumbo de decisión. Apunté en mi libreta sus reacciones y respuestas.

-Vale. Cuéntame, ¿Cuál es tu mayor miedo?

-Perder a alguien de mi familia.

-Entonces te llevas bien con tu familia.

Seguía con los brazos cruzados sin decirme nada. Conclusión: venía obligado.

-¿Has querido venir por tu propia voluntad o ha sido idea de algún familiar?

-Mi madre cree que no estoy pasando por buena época en mis estudios.

-¿Suspendes o vas justo?

-Mis notas han bajado mucho. Era de 5 o 6 pero ahora no supero el 3.

La paranoia de todo adolescente: los estudios.

-¿Crees que las notas se deben a un problema o simplemente a no tener ganas?

-Ambas.

Seguí apuntando cosas. Le hice más preguntas y cuando estaba a punto de terminar Angela, que estaba escuchando todo, añadió: -¿Alguna vez te has enamorado?

Nos llamo la atención a los dos. Luego miré a David que seguía sin responder ya que pareciera que se le había formado un nudo.

-Si, una vez.

-Vale. En la otra cita seguiremos. Ya llamaré a tus padres y te informaré a ti en privado.

Se levantó y lo vi desaparecer por la puerta. Me giré hacia la chica de mi lado.

-¿Como se te ocurre inmiscuirte en mi consulta?

-A los pacientes hay que preguntarles cosas por sorpresa. Seguro que en la otra cita te da de que hablar ese tema.

-Da igual. Es ¡mi! cliente.

Dicho eso volví a casa ya que hoy trabajaba menos de lo habitual.