CAPITULO 24: LA OSCURIDAD EN SU LUZ. (1°PARTE)

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Maraton 1/4

(ADVERTENCIA. Es posible que no se sientan comodas o comodos con las situaciones que leeran a continuación.)

EL MONSTRUO

— Es raro hacer esto sin la máscara. – dijo Artemisa viendo a Laurel a los ojos.

Artemisa habia accedido a ver a Laurel, regresar a terapia. Era algo difícil de asimilar para ella, tal y como habia sido la primera vez, rebuscar en su pasado no era algo fácil para ella, su vida antes de la isla era dolorosa, y prefería olvidarla antes que hablar de ella, sin embargo, sabía que eso no era del todo sano, menos cuando su familia estaba tan preocupada por ella.

Estaban en un cuarto del Bunker, uno que su padre habia diseñado para interrogar, solo con una puerta y una lampara colgando y balaceándose con el poco aire que entraba a la habitación.

— ¿Por qué no empezamos? – preguntó Laurel. – Cuéntame de tu infancia.

La adolescente retiro su mirada del rostro estoico de la psicóloga/abogada. Y los recuerdos se abrieron paso hacia ella.

Tenia 4 años cuando empezó, tal vez antes, pero su memoria no lo recordaba. Su padre había llevado una caja con gatos, cachorros que apenas y se arrastraban por el espació, incapaces de sostenerse aun en sus propias patas. Jade miraba con fascinación el contenido de la caja, siempre habia sido fanática de los felinos, pues los consideraba una de las bestias más inteligentes, capaces y fuertes del reino animal.

Lawrence tomo uno de los gatos, negro como la noche y de enormes ojos azules, un animal bellísimo. Artemisa en su ingenuidad e inocencia creía que su padre se los habia llevado para cuidar de ellos, para que fuesen sus mascotas. La pequeña rubia alzo los brazos en busca de que su padre le cediera al animal, sus ojos llenos de ilusión observaron al tierno gatito como si fuese lo más bello del mundo, su padre, en un acto que podría parecer indulgente, le dio al gato. Artemisa rio al sentir el suave pelaje entre sus dedos, al sentir el cosquilleo que las pequeñas y blandas garras le hacían en la palma de la mano.

Ahora mátalo. – ordeno Lawrence.

Artemisa se congelo, abrió sus enormes ojos buscando algún rasgo de broma o burla en su padre, pero lo único que vio fue crueldad. Frio y cruel, al ver la indecisión de la niña, él le arrebato al animal de las manos y con un simple movimiento de muñeca le rompió el cuello.

La pequeña no supo como reaccionar si no con sorpresa al escuchar el "trac" que emitió el hueso al romper, podía ver la vida escapar de los ojos del animal, y la total indiferencia en el rostro de su padre.

Más vale que te acostumbres, porque tarde o temprano tu serás quien mate. – la señalo con el flácido cuerpo sin vida del majestuoso animal.

Jade a su lado se mantuvo estoica, sin mostrar sentimiento alguno, aunque Artemisa sabía que su hermana esta incluso más emocionada con la idea de los gatos. Y para sorpresa de la menor, su hermana tomo a otro de los bichitos, lo sostuvo en sus manos, e imitando a su padre le arrebato la vida al pobre animal.

Artemisa juró ver una lagrima silenciosa deslizarse por el rostro de su hermana.

— ¿Gatos? – preguntó Laurel.

— Decía que las aves era presa fácil y aburrida, no pelean como lo hacen los gatos o los perros. – contestó Artemisa. – Yo en lo particular odiaba la idea de arrebatarle la vida a un animal indefenso.

— Pero terminaste haciéndolo, ¿no es así?

— Si. – contestó sin mirarla.

Ella sostuvo a uno, marrón con manchas negras y blancas, con ojos de distinto color. Su padre estaba frente a ella, esperando a que matara al animal. Sin embargo, Artemisa se negaba a hacerlo. No podía dejar de llorar, no podía siquiera levantar la mirada y enfrentarse a su padre.

Artemisa Queen: The shadows from the PastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora