CAPITULO 25: LA OSCURIDAD EN SU LUZ (2° PARTE)

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Maratón 2/4

(ADVERTENCIA. Es posible que no se sientan comodas o comodos con las situaciones que leeran a continuación.)

LA MADRE QUE NO LA AMO

Artemisa caminó por el pasillo hacia el baño, era consciente de la sangre que chorreaba por su pierna, pero el dolor ya la había entumecido casi por completo. Quería huir de ese lugar. Deseaba con todo el corazón que uno noche Lawrence no regresara, y que a la mañana siguiente alguien trajera el cuerpo inerte de su padre en un ataúd. Así al menos, podría ser feliz con su hermana y su madre. Ellas no eran tan malas como lo era su padre

Claro que... Paula apenas la miraba. Al principio creía que era porque le tenía miedo a su padre y que por eso mismo no la defendía, pero con el pasar del tiempo Artemisa se comenzó a dar cuenta que su madre no le temía a Lawrence, al menos que fingiera sus caras de enamorada ante él.

Puede que Artemisa fuese solo una niña, pero ella sabía perfectamente que no podías mirar con amor a alguien que te hace daño, y claro, él jamás le alzaba la voz a su madre.

Artemisa tenía solo cinco años cuando descubrió que su madre no la amaba, al menos no como amaba a Jade. Lo supo cuando su padre le rompió el brazo a su hermana mientras practicaban con el arco, pues inmediatamente Paula le gritó y le recrimino que lastimara a su hija, a la más grande muestra de su amor, fue entonces que Artemisa recordó las ya, cinco cicatrices que su madre le curo, y los moretones que embadurno en pomadas, y ni una sola de esas veces se habia parado ante su esposo para decirle algo, para reclamarle por lastimar a su niñita. Ahí Artemisa entendió que su hermana y ella era mucho más distintas de lo que resaltaban a simple vista.

Ella descubrió su lagar y su papel en la familia a los cinco años, apenas una niña que lo único que deseaba era poder salir a jugar como los otros niños, que quería ir a la escuela, que quería probar los pures fríos que anunciaban en la televisión.

También se enteró que Santa Claus no le dejaba regalos porque hacia cosas malas, aunque su padre la obligara a hacerla, ella era consciente de que lo que hacía estaba mal. Y cuando le preguntó a su padre sobre el viejo rechoncho vestido de rojo, él rompió el televisor.

Aunque... pese a todo, aun habia cosas buenas. O al menos de eso intentaba convencerse.

Solo tienes que hacerle caso a tu padre. – le dijo Paula mientras le vendaba la más reciente cortada en la pierna.

No quería matar al perrito. – gimió contra su brazo.

Es una animal. – fue lo que contesto su madre

¿Por qué tenemos que hacerlo? – preguntó la niña. - ¿Por qué no podemos ser como los demás niños? – lloró.

Porque no son como los demás niños. – contesto la pelinegra. – tu hermana y tú son hijas de dos grandes... – rebusco la palabra. Adecuada. – soldados. – dijo con una sonrisa forzada. – y tu padre quiere que sean tan grandes e importantes como nosotros.

Pero la televisión dice que los soldados salvan vidas. – sollozo la niña. – No que matan perritos.

Paula la miro casi con desesperación. No comprendía como es que podía ser tan... desesperante. Jade había sido perfecta en cada uno de los sentidos; obedecía y no cuestionaba, parecía ser dotada en el arte de las armas y el combate... y Artemisa era todo lo contrario.

No creas todo lo que vez en la televisión. – dijo la mujer luego de un segundo.

Artemisa no hizo más que mirarla con ojos tristes, pues eso significaba que tampoco podía creer que habia mamás que cuidaban a sus hijos y los defendían a capa y espada como en los programas de la televisión, o que los héroes salvan a las personas como ella de las garras de los malos.

Artemisa Queen: The shadows from the PastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora