40. Confianza

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Llegué a la tienda y aseguré la bicicleta en la entrada, con mis manos temblorosas y mi corazón latiendo rápido. Cuando entré Gareth estaba atendiendo a un cliente, me vio serio y me hizo una seña para que me sentara en un sillón a esperar.


Cuando el cliente se fue con sus compras me levanté y caminé hacia el mostrador, donde Gareth estaba guardando el dinero. Cerró la caja registradora, me vio serio y suspiró.
—Ok, escucha... no sé cómo vayas a tomar esto, es que...
—Ve al grano.— dije ansiosa.
—Bien. Como te dije, ayer fuimos a un bar, Eddie estaba muy mal por lo de Billy y tú, y se puso a tomar mucho. Yo le dije que se calmara con los tragos, pero ya sabes cómo es de necio.
Cuando se hizo tarde ya estaba muy borracho, así que lo llevé al auto, dispuesto a llevarlo a su casa, y en el camino, cuando iba conduciendo se puso a decir un montón de cosas. Dijo que le dolía mucho verte con ese tipo, que está muy enamorado de ti y que le duele pensar que tú ya no sientes lo mismo por él. Entonces yo le dije que por qué había terminado contigo si aún te amaba y entonces él... casi se puso a llorar y dijo... que tus papás lo habían obligado. Yo no lo entendí, le dije que me explicara bien, entonces dijo que ellos habían hablado con él y que lo habían amenazado con algo de su negocio de drogas, luego habló casi balbuceando y no le entendí, pero escuché a medias que mencionó algo sobre un cliente y un sobre amarillo, no sé si tenga sentido.
Y yo no sé... si tú seas capaz de creerlo, pero Eddie no inventaría algo así sobre tus padres. Y estaba borracho, sí, pero ya se ha embriagado otras veces y jamás alucina, te lo puedo asegurar.

Me quedé viendo al suelo en silencio, con los ojos inundados.
—Lo sabía.— susurré.
—¿Qué?— preguntó Gareth y lo vi dolida.
—¿Puedo... puedo usar tu teléfono?
—Claro.— dijo serio.

Tomé el teléfono, solo me sabía tres números: el de mi casa, el de casa de los Wheeler y el de Eddie, marqué este último con las manos temblorosas y esperé mientras sonaba el tono que en aquel momento me pareció agobiante.
—¿Bueno?— escuché al otro lado del teléfono.
—Tío Wayne.— dije con pesar.
—¿Jessica? Que gusto saludarte, ¿cómo estás, hija?— dijo él con amabilidad.
—Estoy... bien, ¿y usted?— pregunté.
—Bien, estaba por irme al trabajo, pero escuché el teléfono. ¿Está todo bien?
—¿Está Eddie?
—Sí, dame un minuto, se durmió viendo televisión...

Lo escuché levemente mientras le hablaba a Eddie y le decía que yo le hablaba por teléfono.
¿...por qué no quieres hablar? No seas tonto...— lo escuché decir con voz lejana— Lo siento, Jessica, parece que está molesto, ya has de saber cómo es de necio.— dijo cuando de nuevo se pegó al teléfono.
—Está bien, no hay problema.— le dije en voz baja.

Cuando me despedí y colgué el teléfono vi a Gareth, que me veía serio.
—Gracias por contármelo.— le dije y empecé a caminar hacia la salida.
—¿Qué vas a hacer?— preguntó.
—Necesito entender bien esto.— respondí antes de salir.

Tomé mi bicicleta y me fui pedaleando. Tardé, pero al fin llegué, agarré una bolsa que llevaba, tiré la bici en el jardín y fui a tocar la puerta.
—Eddie... Eddie, abre la puerta.— dije mientras tocaba. Tras un momento escuché quitarse el seguro y la puerta se abrió bruscamente.
—¿Qué mierda haces aquí?— dijo furioso y tiró de mi brazo para meterme a la casa, asomó la cabeza por la puerta para ver hacia afuera, a todas partes y luego cerró la puerta de golpe— ¿Qué... mierda... haces... aquí?— preguntó lentamente y se acercó a mí furioso. Su rostro lucía pálido y con ojeras.
—Ya sé todo.— le dije seria— Ya sé la verdad.
—¿Qué verdad?
—Sobre nuestra ruptura, sobre mis padres, y su amenaza de las drogas.— le dije. Cerró los ojos y respiró profundamente.
—¿Cómo?— preguntó después.
—¿Eso que importa?— pregunté irritada, me lanzó una mirada penetrante y luego asintió lentamente.
—Gareth... ese maldito hijo de puta.

Don't be cruel [Eddie Munson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora