4.- Ven a por él.

116 21 1
                                    


Abrí por cuarta vez la puerta del armario con brusquedad. Hasta el momento, que yo supiese, las camisetas no se habían apoderado de la cualidad de tener pies y salir corriendo, pero no había nada más frustrante que estar buscando por horas un top que, si no me equivocaba, había visto el día anterior.

Me había puesto mis pantalones cortos vaqueros, degradados por uno de los muslos y con hilos cayendo en la parte baja, me había maquillado e ¡incluso me había puesto los zapatos! Unos tacones negros de plataforma y tacón ancho los cuales tenía dos cintas cruzadas en la parte delantera del pie.

Pero ni rastro de mi top negro. Por lo que así me encontraba, dando vueltas como una auténtica loca por toda mi habitación en sujetador y tacones. En mi defensa debía decir que había escuchado cosas peores, de niñas que limpiaban sus habitaciones mientras hacían twerking

Revolví el ya desordenado estante de mis camisetas durante otro buen rato, pero ni rastro. Miré mi diminuto reloj de pulsera.

Muy bien, como no lo encontrase pronto tendría que improvisar.

—¿Piensas llevar ese conjunto a la fiesta?

Me sobresalté al escuchar la voz de un chico en mi ventana, llevándome la mano al pecho como si eso fuera a calmar mi corazón.

—¡Miles! —grité furiosa. Él sabía que odiaba que me asustaran.

—¿Qué? —sonrió de manera inocente apoyando su barbilla en la palma de su mano. Había abierto la ventana sin que yo me enterara—. Sabes que a mi me da igual, pero no sabía que fueses de las que llevan poca ropa.

Rodé los ojos ante su comentario y le lancé uno de los peluches que encontré por el suelo.

Lo agarró con la mano antes de que pasara de largo y cayese en algún rincón del callejón.

—¿Pensabas asesinarme con un loro de peluche?

—Vete. Aun no estoy lista.

—Hablas como si nunca te hubiese visto en sujetador. Las partidas de Strip Póker no son tan fáciles de olvidar ¿sabías?

—No, pero ya estoy bastante nerviosa sin encontrar mi camiseta negra como para encima tener que estar escuchando como te quejas de que vamos a llegar tarde —recogí una camiseta negra de un rincón esperanzada, pero solo resultó ser una camiseta promocionando un campamento de verano—. Ve a molestar a Spencer.

—Ya he pasado por su casa, pero ni siquiera me ha abierto. Me ha gritado a través de la puerta que fuese primero a por ti.

—Y tú, como buen folla–amigo, le obedeces, ¿no es así, Miles?

—¡Eh! Cuidado con lo que dices. Ninguno de los dos quiere nada del otro. Hoy mismo creo que voy a ver si Fred me presenta a una amiga suya. Según él, supera toda expectativa de un hombre.

—Ya... —mascullé—. Suerte que tú no eres un hombre.

Me apuntó con un dedo amenazador.

—Te la estás ganando, Strike. —Su atención fue a parar a otra parte entre mi mesilla y mi cama. Se encaramó para pasar medio cuerpo y alcanzar a coger algo. Lo alzó y vi que era un trapo negro. No, no un trapo...—. ¿Era esto lo que buscabas?

Di un paso hacia él pero lo levantó en alto con una sonrisa burlona.

—Retira todo lo que has dicho.

—No. —Di otro paso pero se bajó de la ventana, estando ahora de pie en medio de mi callejón.

—Pues ven a por él.

PHILOPHOBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora