26.- La camiseta.

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En el mismo instante en el que atravesé el umbral de la puerta y vi que Chase estaba sentado –de nuevo– en la silla contigua a mí en su no–clase de historia, supe que era un mal augurio.

Que me pasara eso a primera hora de un lunes no podía significar nada bueno.

Ordené a mi cuerpo que diera la vuelta; sin embrago, mi barbilla se topó con el brazo de Miles, colocado estratégicamente ahí para impedir mi salida.

—¿A dónde te crees que vas, Strike?

Me froté la barbilla mientras le mandaba dardos asesinos con la mirada.

—A dónde no te importe, capullo.

—¿Estás huyendo de alguien? —acercó su cabezota metiéndose en asuntos que no le incumbían.

—De tu apestoso aliento mañanero —rodé los ojos desesperada, pero me desistí a idear otro intento de fuga.

Me senté en mi sitio con una mueca. Me costaba admitirlo, aún tenía desperdicios de la resaca del domingo. 

—Tienes mala cara —dije a su vez a él.

—Tranquila, Aeryn, no vengo por pelea —le miré con una ceja levantada—. Solo quiero mi camiseta de vuelta.

—¿Por qué narices piensas que la tengo yo? A lo mejor tu fan se la llevó y la usa para dormir, imaginándose una vida a tu lado.

—Muy graciosa —sonrió de medio lado rascando la mesa—, pero no cuela. Pásate por mi casa a las seis. Y trae la camisa.

Arrastró un papel por encima de la superficie, dejando la mano encima el tiempo suficiente como para percibir que diminutas pecas oscuras también le bañaban la parte baja de los brazos.

Lo cogí entre mis dedos como si quemara y observé su dirección. Cuando volví a enfocar la vista en el sitio, Chase había desaparecido.

¿Para eso se molestaba en entrar a clase? Podía darme un simple papel en los pasillos. De hecho, todo el mundo se daba notas continuamente. A menos que no quisiera arriesgarse a que la gente pensara que eran notitas de amor con nuestras iniciales dentro de un enorme corazón rojo y deformado.

Miré el trozo de libreta como si estuviera en biología inspeccionando un escarabajo.

Estaba a tiempo de arrugarlo y no querer saber nada de su "increíble casa", pero la curiosidad florecía poco a poco en mi pecho.

¿Había escuchado a alguien hablar de la casa de Hoock? ¿Existía realmente? No me había parado a pensar que, entre el arresto de su padre y el suicidio de su madre, Chase no podía tener el suficiente dinero como para pagarse una casa.

Parpadeé repetidamente. ¿Y qué?

Con un movimiento rápido, deslicé el pedazo de información en mi bolsillo. Tenía hasta las seis para pensarlo.

***

La casa de Chase era exactamente  como menos me la imaginaba. Aunque no sabía exactamente qué esperaba ver. ¿Un piso? ¿Una habitación dentro de una casa compartida? ¿Un chalet?

Desde luego no una mansión de Beverly Hills como las que salían en la televisión.

¿Cómo demonios pagaba esta cosa? ¿Vendía reliquias prohibidas en la Dark Web? Siendo Hoock no me sorprendería.

Agarre la fría verja que separaba el jardín con piscina de la calle desierta y entré.

Paseé a lo largo del patio por un caminito de piedras. Era increíble que estuviera haciendo aquello. Increíblemente estúpido.

PHILOPHOBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora