1.- Me gusta tu estilo.

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Respiré el aire fresco de la noche mientras sentada en la cornisa de mi ventana observaba a Spencer y a Miles hacer el idiota en el callejón que separaba mi casa de la vecina.

Por lo visto, se habían colocado a sus anchas antes de acordarse de que yo existía y vinieran a buscarme.

—Si esto te parece divertido, deberías haber llegado diez minutos antes —dijo Fred mientras se preparaba su propio banquete—, se han puesto a gritar que eran pavos reales.

—Tranquilo, tengo la imagen repetida en la cabeza cientos de veces —apoyé el pie en el mármol para que mi codo tuviese un apoyo—. No es exactamente nada nuevo.

Encendió el mechero y el olor me llegó incluso antes de que expulsara el humo por la nariz. Solo había salido por ahí un par de veces con Fred, pero el muchacho no estaba nada mal. Me quedé mirando el pequeño pendiente de su oreja, que le daba un toque sexy, hasta que se percató de que le estaba observando desde lo alto de la cornisa.

Levantó la mano ofreciéndomelo y animándome con una leve inclinación de cabeza. No necesitaba ninguna animación para cogerlo.

Me incliné para alcanzarlo y pegarle una calada. Dejé que el humo recorriera todo mi cuerpo y apoyé la cabeza en la pared cerrando los ojos antes de expulsarlo.

Así de relajada era como debería de sentirme durante el resto del día. Ojala tuviésemos un botón el cual al presionarlo hiciese todo lo que nos preocupa desaparecer, dejándonos la mente en blanco.

Le di otra calada antes de devolvérselo a Fred, quién se había levantado del suelo y se apoyaba en la pared cerca de mi muslo.

Demasiado cerca para ser un "conocido."

—¿Mejor?

—Mucho —le miré aún con la cabeza apoyada—. ¿De qué conoces a Miles?

—Va conmigo a clases de física.

Alcé las cejas cuestionando la veracidad de sus palabras.

—¿Y de verdad vais a esas clases?

—No —sonrió y le volví a quitar el elixir de la relajación de las manos—. Nos quedamos fuera fumando o simplemente haciendo amigas.

—Ya, amigas...

—Este cuerpo necesita su animación —se señaló y eso me hizo reír. Me caía bien.

—Me gusta como te ríes —insinuó.

—No vayas por ahí —le advertí apartando la vista para ver como Spencer se iba al suelo con una carcajada arrastrando a Miles con ella.

—Miles me había avisado de que eras bastante rara. —No sonó como un insulto. Acaricié la tela de mis medias con la mano.

—¿Y eso es un problema para ti?

Se colocó en frente dejándome con muy poco espacio vital, y aprovechó para echarme el humo en la cara.

—Para nada.

Inclinó su cabeza dispuesto a besarme, sin saber si era porque le apetecía, porque estaba bajo los efectos de la hierba, porque le interesaba, o vete tú a saber por qué. No me apartaría llegado el caso. Me agradaba, y por lo que parecía, le gustaba tan poco el compromiso como a mí.

—¡Eh! —Justo en el momento en el que nuestras narices estaban a punto de tocarse, Spencer apareció toda despeinada y con el pintalabios por todos sitios menos por donde debía estar.

—Eres una maldita corta rollos —se quejó Fred apartándose. Se apoyó en la pared de nuevo mirándola mal.

—¿Interrumpo algo? Porque si es así, por mí no os detengáis.

—¿Ya te has lanzado a por la pobre chica? —intervino Miles apareciendo detrás de Spence con (¡sorpresa!) el pintalabios que le faltaba a ella en sus labios.

Tuve que aguantarme la carcajada que estaba a punto de soltar al verle. Bien, el porro empezaba a hacer efecto de verdad.

—¿Qué es tan gracioso?

—Tío —Fred habló por mi reteniendo la risa—, han llamado del circo pidiendo que le devuelvas tus servicios.

Spencer se unió a mi carcajada mientras Miles se quitaba aquello con la doblez de su camiseta.

—Le tengo dicho mil veces que odio su pintalabios —masculló.

—No me beses.

—No me provoques.

—¿Alguien ha dicho tensión sexual?

—Cállate, Aeryn —dijeron ambos a la vez haciendo que rodase los ojos.

Menudo par. Recuerdo haberlos encontrado a principios del curso pasado discutiendo como siempre pero sin que la atracción que había entre ellos desapareciese en ningún momento.

No estaban saliendo, nunca lo habían hecho, tenían una relación rara que solo ellos entendían. Cuando sus mentes estaban por las nubes, como ahora, era cuando parecían enfrentar lo que tenían. Se podían besar, incluso llegar a acostarse, pero a la mañana siguiente discutirían y jurarían que no volvería a pasar. Así continuamente.

—Creo que es hora de que nos vayamos —dijo Miles.

—¿Ya?

—Son las tres —respondí a Fred—. Mañana hay instituto.

—Tengo diecinueve. Mañana para mí es fiesta.

—Suerte la tuya —deslicé el cristal para abrir la ventana de mi dormitorio. Bendito el día en el que peleé por esta habitación.

—Espera —posó los dedos en mi pierna cuando ya tenía una dentro. Abrió la palma de mi mano y depositó un pequeño papel. Cuando lo abrí descubrí que eran números. Su móvil—. Por si alguna vez quieres diversión.

—¿Tienes un arsenal de papeles con tu número que vas repartiendo? —me burlé guardándomelo en el bolsillo de la chaqueta.

—Solo para gente especial. No todas son tan afortunadas como para poder contactar conmigo.

—Lástima que yo no me sienta nada especial —aparté su mano de mi muslo con una sonrisa y entré dentro. Me giré para ver que aún me miraba con intensidad. Apoyé los brazos en la ranura de la ventana—. Buenas noches.

Me dedicó una última sonrisa antes de añadir—: Me gusta tu estilo, Strike.

Se alejó por el callejón, le seguí con la mirada y dije adiós con la mano a Spence y Miles.

Cerré la ventana y suspiré profundamente. La cabeza empezaba a darme leves vueltas. Me acosté en la cama sin abrir la colcha después de tomarme la pastilla para dormir que siempre me tragaba.

No quería que volviesen las pesadillas.



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