10.- ¡Mis zapatos!

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Las voces y los ruidos llegaban distorsionados en un leve murmullo.

No podía ver nada.

¿Por qué estaba todo tan oscuro?

Traté de moverme pero mi cuerpo no me respondía, traté de levantar el brazo pero mi hombro no me hacía caso. Parecía que dentro de mi cabeza había crecido una neblina que no me dejaba pensar con claridad.

Si hubiera estado en condiciones normales, me habría entrado un ataque de pánico.

Intenté relajarme para ver si conseguía aunque fuera distinguir lo que las voces estaban hablando.

—Señora Strike, ¿su hija es alérgica a algún medicamento?

Oí como mi madre se sorbía la nariz. En ese momento me di cuenta de la presión que había en mi mano, y me imaginé a mi madre llorando cogiéndola suavemente y rodeándola con las suyas.

¿Por qué no podía abrir los malditos ojos?

—No, no que nosotros sepamos. —La voz de mi madre sonaba casada y ansiosa, pero sobre todo rota.

—Puede que le tengamos que hacer un análisis de sangre, lo más probable es que el sedante que el Doctor Hathaway le ha dado haya sido demasiado fuerte. —La voz de la mujer médico rebosaba suavidad, no quería que nadie se alarmara puesto que no era motivo para ello.

—Haced lo que tengáis que hacer, pero por favor, haced que mi hija no sufra —se le escapó un sollozo, y escuché como mi padre le decía con cariño que se tranquilizara, que yo estaba bien.

—Señores —me imaginé a la médico poniendo el panel que usan para transportar folios bajo el brazo y adoptando una postura convincente y comprensiva—, nosotros nos podemos hacer cargo de los daños físicos, tanto interno como externos, pero me temo que los emocionales no, y debido al accidente que su hija ha sufrido, tengan por seguro que los tendrá.

—Ashton... El otro chico... ¿No hay nada que...?

—Lo siento —hizo una pequeña pausa—. Murió en el acto.

Dejé de escuchar la conversación. Dejé que mi mente se consumiera.

Dejé que todo me consumiera, deseando que el sedante no me lo cambiaran por uno más suave, si no por uno el triple de fuerte.

No quería sentir nada en absoluto.

Abrí los ojos para encontrarme con la mohosa pared de mi habitación en vez de con el ambiente blanquecino del hospital.

Respiraba agitadamente, tanto que estaba segura que se debía escuchar hasta en el pasillo.

Las pastillas. Se me había olvidado tomarme las pastillas la noche anterior.

Murmuré un par de maldiciones mientras esperaba que mi respiración volviera a la normalidad.

Estaba sudando, joder, que asco. Estaba empapada en frío.

Era de las pocas veces que se me había olvidado tomarlas, usualmente no me meto en la cama hasta que el pequeño tubo no ha bajado por mi garganta.

Recordé el motivo.

Chase.

Chase durmiendo en mi habitación.

Me giré en la cama para encararle. Estaba plácidamente acostado como si estuviera en su propia casa, con las sábanas por todos lados y las piernas desnudas enredadas entre ellas. Su pecho subía y bajaba tranquilo. Sobra decir que la camiseta con la que se había acostado anoche había desaparecido.

PHILOPHOBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora