Última hora no fue tan desesperante como solía serlo. Me senté en la última fila de asientos en la clase de Literatura Inglesa, con el pensamiento de acabar quitándome puntas abiertas del pelo si la cosa se ponía demasiado aburrida; pero no fue así.
Al lado mío se sentó un chico que había hablado un par de veces conmigo. Tuvo la suerte de que esta vez pudo entablar conversación durante toda la clase conmigo.
Se llamaba Jacob, y parecía exactamente la clase de chico con la que me sentía cómoda, de hecho, ni siquiera hablamos de cosas relevantes, justo lo que me gustaba.
No me habló de Chase. Probablemente la primera persona que no lo hacía en todo el día, sin contar a Miles, que ya tenía sus propios problemas.
—Aeryn —Jacob agarró mi brazo una vez me hube colgado la mochila al hombro para salir de clase—, toma. Por si te aburres y quieres pasarte.
En un trozo de libreta arrancado observé su caligrafía limpia y perfectamente legible, que señalaba una dirección no muy lejos de dónde vivía.
Levanté los ojos juguetona, a tiempo para ver su sonrisa sugestiva haciendo juego con el negro de los suyos.
—Veré lo que puedo hacer —dije simplemente como si no fuera gran cosa, intentando un leve encogimiento de hombros.
Regla número #3 del Código de Aeryn Strike: sé siempre tú la que llames a los chicos.
Agarré las correas de la mochila caminando hacia la salida, sin tener rastro de ninguno de los rubios.
Supongo que me tocaba andar sola a casa. Odiaba cuando ellos se peleaban.
Suspiré, saliendo por las puertas principales hacia aparcamiento, y estrechando los ojos ante el repentino sol que se había hecho camino entre las nubes de Londres.
Si fuese un vampiro, mi piel ahora mismo reluciría por el exceso de palidez típico de la zona.
Bajando el pequeño tramo de escaleras me paralicé al reconocer una mata de pelo negro que gustosamente raparía si ahora tuviera una maquinilla de afeitar.
Seguro que Chase no alardearía tan tranquilamente si fuera calvo. Tenía pinta de amar su cabello.
Ordené a mis pies que fueran hasta él, pisando el suelo con fuerza innecesaria.
Decidida o no, iba a plantarle cara.
Estaba apoyado en un coche mientras charlaba con algún colega suyo, sosteniendo un cigarro entre sus dedos y asintiendo hacia el chaval.
Me paré entre ellos antes de darme cuenta, los brazos entrelazados sobre mi pecho y con lo que supuse que era mi mejor mirada asesina.
La risa de su amigo se ahogó cuando aclaré la garganta para hacerme notar.
Los melosos ojos de Chase se volvieron, luciendo dorados por los rayos del sol.
—Tú —le señalé—, me debes una explicación.
Con un asentimiento de cabeza despidió a su amigo, que me dirigió una última mirada enfadada antes de tirar su propio cigarro al suelo y desaparecer.
—Mon amour —se burló, girando su cuerpo para quedar apoyado de lado sobre la chapa del coche—, ¿has vuelto a por la segunda ronda de Chase–Sin–Camiseta?
—He venido a por la primera pero no última ronda de Chase–Sin–Pelotas como no tengas una buena excusa sobre nosotros teniendo supuestamente sexo.
Miró a otro lado riendo, sacando a relucir su perfecta dentadura.
—Sabía que vendrías por ello.
—¿Así que lo has esparcido porque querías que viniera a preguntarte?
—No —alargó su mano ya sin cigarro para, lentamente, subir el tirante de mi camiseta, el cual se había deslizado hombro abajo— lo he esparcido —lo soltó suavemente de nuevo en su sitio, dejando que las yemas de los dedos descansaran sobre mi piel más de la cuenta. Esta hormigueó con deseo reprimido allí dónde tocó— porque sé que tarde o temprano acabará pasando.
Di un paso atrás para que perdiéramos el contacto físico. No me gustó que me sintiera atraída por el toque de Chase.
—Mejor que la gente se vaya acostumbrando a oírlo, ¿no crees?
—¿Cómo estás tan seguro? ¿Acaso en tu tiempo libre tomas clases de Espiritualismo y Alineación De Las Estrellas en vez de ponerte tu página porno favorita?
—No me hacen falta las estrellas para saber que tú y yo acabaremos entre las sábanas —guiñó un ojo para rematar su comentario.
Casi me reí por la expresión tan cursi poco propia de él. Casi.
Estaba acostumbrada a lidiar con tipos como Chase, eran los que iba buscando entre bares, pero me molestaba que tomara las riendas de esa manera.
—No te tires de los pelos conmigo, Hoock —alcé las cejas—. Yo decido con quién y cómo. Nadie más. Deja de autoconvencerte.
—Vamos, Aeryn. —Con un rápido movimiento plantó su mano al otro lado de mi cabeza en la chapa del coche.
Me había acorralado, literalmente hablando.
Su cuerpo se pegó cuidadosamente al mío, obligándome a alzar la vista para que sus ojos me atraparan, ahogándome entre el olor del tabaco y cualquiera que fuera su desodorante.
Era igual de consciente tanto de su pecho completamente pegado al mío, notando como subía y bajaba con cada respiración, como del duro material que martilleaba mi espalda por la fuerza que estaba empleando en pegarme al coche.
—Somos iguales, ya te lo dije —habló sin despegar los ojos de mi cara, inclinándose y haciendo tensión en sus brazos para mantener la cara a mi altura.
Intentaba mantener mis respiraciones controladas, pero la falta de espacio personal empezaba a agobiarme.
Chase empezaba a agobiarme. Y a cabrearme.
No iba a dejar que jodiera mi manera de sobrellevar las cosas.
—No lo somos —gruñí con los dientes apretados.
—Oh, no te engañes, Strike. —Sus labios estaban peligrosamente cerca de mi boca, pero no me permití moverme. No le iba a dar la satisfacción de retirarme primero. Que se atreviera siquiera a rozarme...—. La atracción es inevitable.
Empujó su cuerpo fuera de mí, regalándome por fin el espacio de aire que me había sido quitado. Me separé del vehículo para no darle otra oportunidad de encerrarme.
—Recuérdalo.
Lo seguí con la mirada apretando mi mandíbula hasta que se metió en el coche sin echar otro vistazo en mi dirección.
Con el rugido del oxidado motor de fondo, la imagen de los labios de Chase provocándome nubló mis pensamientos.
Ni de coña.
Yo tenía el control.
comentarios? votos? tomates?! .-.
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PHILOPHOBIA
General FictionLos polos opuestos se atraen pero, ¿y si ahora también lo hiciesen los iguales?