29.- Touché.

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Cuando abrí la puerta de mi casa, unos padres enfadados me esperaban con los brazos en jarras a la entrada de mi habitación.

Los miré de hito en hito, sorprendida por aquella reacción a mi castigo.

—¿Algo que comentar? —Mi madre alzó una perfilada ceja hacia donde comenzaba su cuero cabelludo.

—¿Que no fue culpa mía? —dije, lo que era verdad a medias. El maldito de Chad no debería haberme insultado en primer lugar.

—Aeryn, estás castigada —dijo mi padre en voz tajante. Casi noté como se resquebrajaban los cristales de las ventanas de lo inquietante que sonó.

—Si, ya he cumplido mi hora de detención en el instituto —comuniqué, y dejé filtrar parte de mi molestia. Había desperdiciado una hora que jamás recuperaría.

—No, quiero decir —se acercó hasta estar a mi lado. Mi padre no era un hombre de mucha altura, pero no la necesitaba para tener una figura impotente— que estás castigada. Este fin de semana, nada de salir con tus amigos. Nada de ir por ahí y volver a las tantas de la noche.

Abrí la boca de manera que la lengua acabó seca.

—Pero...

—Nada de «peros», Aeryn. No puedes asegurarnos que estás completamente recuperada para ciertos privilegios como dejarte la casa para ti sola durante una semana, y luego salir con excusas pobres para no asumir las consecuencias de pelearte en clase.

Hacía tiempo que no veía a mi padre así. Se me había olvidado cómo era sentirse culpable. Había permanecido tanto tiempo ahogada en la tristeza que no recordaba cómo se sentían otras emociones negativas.

Mi madre siguió a su marido fuera del pasillo, no sin antes dirigirme una mirada que mezclaba una disculpa y un resentimiento. Ella siempre había sido mucho más cautelosa conmigo.

Entré a mi habitación y me apoyé en la puerta, el tiempo suficiente para escuchar decir a mi madre: "¿No te has pasado un poco?", y a mi padre replicar algo en respuesta, algo pñseguro sobre cómo necesitaba volver a mi cauce adolescente.

Al día siguiente, cómo era de esperar, Chase me interceptó antes de que yo misma tuviera tiempo para comprobar si mi plan había dado frutos.

Me tomó por sorpresa en el pasillo. No fue el típico encontronazo en el que me venía por la espalda y antes que ver su cara escuchaba su voz; o al contrario, que antes de ver su cara me estampaba contra ella.

No.

Vino a toda carrera por el pasillo que comunicaba por el que iba caminando y me topó por el costado.

Literalmente, me arrastró por el lado. Estaba perfectamente calculado. Justo fue cuando estaba pasando de largo la puerta del laboratorio, con las luces apagadas.

No me dio tiempo ni a gritar ni a temer por mi vida. Chase tenía una agilidad impresionante en las manos. Mientras que con una había agarrado mi cintura para estabilizarme y empujarme, con la otra había accionado la manija de la puerta y nos había colado dentro.

Me aprisionó contra la puerta. Sentí su cálido aliento en mi oreja, antes siquiera de que hablara. La tenue luz que se filtraba a través de la ventanilla cuadrada de la puerta iluminó un lado de la cara de Chase, haciendo que su ojo izquierdo se iluminara como un fuego a punto de estallar.

—Muy inteligente, Aeryn. Mis felicitaciones, has conseguido engañarme de la manera más simple.

—Eres un hombre. Siempre respondéis ante lo simple.

Él rio ante mi pulla, aunque no la había lanzado con esa intención. ¿Por qué no estaba enfadado? ¿Por qué no estaba gritándome y lanzando cosas por los aires mientras escupía humo por los oídos?

Me apretó más contra la dura superficie de la puerta. Barrí con los ojos parte de su cara, la que no estaba sumida en la más profunda oscuridad. La que estaba delineada con brotes de tinta, sombras que los estudiantes proyectaban al pasar de largo en el exterior.

Me detuve en sus labios. Podía ver por qué las chicas querían estar con él, de alguna amarga manera, veía la belleza que Chase transmitía con solo estirar un poco la boca, en esbozar una sonrisa: la forma en la que sus comisuras se elevaban tan imperceptiblemente que...

—Si quieres que te bese, sólo tienes que decirlo.

Mi mirada rebotó rápidamente a sus ojos.

—¿Qué?

No había ningún indicio cómico nadando en ellos. Tan solo se encontraba expectante, casi como si deseara que dijera que sí. Pero eso no podía ser, al menos no siendo el alma de Hoock la que se encontraba enterrada en ese cuerpo.

—¿No te divertiste lo suficiente anoche? —respondí, alejando la parte sensible de mi cuerpo para evitar las cosquillas que empezaba a producirme su respiración acelerada—. ¿Acaso Cassie te dejó a medias? —deposité mi dedo índice en su pecho, para asegurarme de que no se acercaba más.

—Oh. No la dejé entrar.

Mis ojos se abrieron como persianas. Eso sí que no me lo esperaba. Para nunca. Ni en un millón de años. Jamás.

¿Chase rechazando una oferta de sexo que se le ponía en bandeja?

Venga ya.

—Estás mintiendo. Igual que cuando dijiste que también te habían castigado.

Chase inclinó la cabeza y un mechón de pelo azabache quedó colgando de su frente.

—Nunca dije que aparecería por detención. Y sí —alargó una mano para masajear mi pelo, claramente con intención burlesca—, dejé a Cassie en la calle. Pensé que si ella te hacía la vida imposible, no iba a necesitar intervenir para devolvértela.

Rodé los ojos y dejé caer la cabeza de manera que dio un golpe seco contra la puerta cerrada. Chase aprovechó para apoyar su expenso brazo a un lateral y aproximarse a centímetros de mi cara, deleitándose con su momentánea victoria.

Touché —susurró triunfante, estando tan cerca que podía distinguir las pequeñas cicatrices de su piel.

Tenía que admitir que había cierta parte de esta rivalidad que me divertía, que me sacaba de la rutina a la que estaba acostumbrada. Pero la otra mitad, la que veía la parte negativa de pasar tiempo viendo, hablando, o tocando a Chase, a la parte prudente que sabía que podía estar jugándomelo todo de nuevo, no le hacía tanta gracia.

Chase salió del aula, conmigo pisándole los talones. Cuando estábamos a punto de llegar al cruce entre los baños de chicas, la biblioteca y la cafetería, vi como Diane y su grupo de patitos (en el que claramente estaba Cassie) salían de una de las puertas.

Instantáneamente me escondí tras la ancha espalda de Chase para que él se llevara la peor parte, puesto que si Cassie nos veía juntos, sabría que la culpa de su plantón no era solo mía.

Sin embrago, como era de imaginar, Chase siguió andando hacia la izquierda dejándome como una idiota encogida en medio del camino. Le saqué la lengua a su cara cuando se volvió para mirarme hacer el ridículo.

Cassie ya me había visto, así que correr no era un opción si quería salvar algo de mi dignidad.

Me esperaba un numerito, la verdad. Lo único que recibí fue la típica mirada de odio de Diane, la cual era un poco menos intensa aquella mañana, y a una Cassie sonriente.

¿Sonriente?

Más tarde, de camino a mi aula, caí en la cuenta que no era una sonrisa de felicidad.

Era una sonrisa de venganza.

Y eso era mucho peor que cualquier numerito que montase en medio del instituto.

PHILOPHOBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora