38.- Cuatrocientos ochenta y seis.

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Pagué la cuenta con el poco dinero que afortunadamente tenía encima. Seguía dándole vueltas a toda la historia sobre Chase y Ashton. Pensaba que me iba a romper por dentro saber más cosas sobre su pasado que desconocía, pero extrañamente me sentía muy tranquila, y temía que se debía a Chase. Una especie de inexistente hilo nos unía: ambos habíamos compartido a Ash y ambos echábamos de menos su presencia.

Tenía miedo de pararme mucho tiempo a pensar en ello. No quería crearme falsas esperanzas pensando que por fin estaba superando todo el tema del duelo. No, porque si no era así, la caída iba a ser tremendamente dolorosa.

Chase estaba fumándose un cigarrillo apoyado en el escaparate mientras hablaba por el móvil. En cuanto me vio, colgó y me mandó una mirada suspicaz.

—¿Estarás en muchos problemas si pasamos la noche aquí?

Entrecerré los ojos.

—¿De qué estás hablando?

—¿Sabes qué? Ya se nos ocurrirá algo —comenzó a caminar en sentido contrario hacia donde habíamos estacionado el coche.

—¡Chase!

—Está bien –se giró repentinamente casi haciendo que chocara con él—. Era Miles al teléfono. Puede, y solo puede, que les haya ofrecido a él y a Spencer un poco de desenfreno en la capital.

—Dime que no es verdad.

—Miles sonaba bastante emocionado, no querrás ser la que le quite el caramelo al niño de la boca, ¿verdad? Además, —pasó el brazo por la parte trasera de mis hombros y se acercó a mi oído— creo que todos necesitamos emborracharnos esta noche.

Amén a eso, pensé, pero no se lo dije. Estaba demasiado ocupada pensando en qué le podía decir a mis padres para que me creyeran. Ya había salido de un castigo, pero eso no significaba que sobre todo mi padre fuera a estar totalmente bien con ello.

Llegamos a un hotel de cuatro estrellas bastante céntrico y Chase reservó las dos últimas habitaciones que quedaban. Mientras, me dediqué a mandarle mensajes a Spencer para que me trajera algo de ropa suya.

—¿Cómo es que tienes tanto dinero? —pregunté al ver que Chase volvía a guardar la tarjeta de crédito dentro de su cartera.

—Eso es algo que nunca debes preguntar si quieres parecer educada.

—¿Me ves cómo alguien educado, monsieur?

—Tu francés es terrible. Y respondiéndote, cosas de la familia de mi madre. Creo que casi todo son herencias de mi abuela.

—Menos mal. Pensaba que trabajabas o algo —bromeé.

—¿Qué pasa? ¿No me ves como material de trabajo?

Pulsé al ascensor para que se abriesen las puertas.

—No realmente.

Observé por el rabillo del ojo el espejo del ascensor y me horroricé del acpecto que tenía. Iba en pantalón deportivo, un top manchado de lo que seguramente sería vino y el pelo, aunque me lo había recogido en un moño, parecía que anidaba a la mitad de las bandadas de Inglaterra.

Se me pasó al momento, ya que igual por ese motivo el recepcionista nos había atendido tan rápido.

Chase pulsó el piso cuarto.

—Yo hago unos trabajos excelentes, señorita Strike —ronroneó sacando una media sonrisa.

—Déjame adivinar: ¿de Striptease? ¿Es por eso que el profesor Williams te deja estar en las clases de Historia?

PHILOPHOBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora