40.- La llamada.

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Hubo un incómodo silencio que nadie se preocupó de llenar antes de que Chase nos hiciera un ademán con la mano para que fuéramos detrás de él.

—Eso ha sido... inesperado.

—¿El qué Miles? ¿Que la chica sonara como un gorila gigante allí arriba o el hecho de que Chase haya tenido alguna vez en su vida una relación seria con, permíteme decirlo, doña solíamos–salir? 

—Spence... —dije para que bajara el ritmo.

—Es verdad. No es la clase de chica que disfrutas teniendo como novia —habló Chase para el momento en el que llegamos a la barra—. Lo quiere todo... bajo control.

—Quieres decir obsesiva —rectifiqué yo.

—Debe ser algo de genética. Su hermano es igual.

—Bueno, pues espero que no esté por aquí para presentárnoslo —dijo Spencer, a lo que Miles hizo una mueca sin que ella le viera.

Eché un vistazo alrededor. Peinados poco usuales asomaban entre el tumulto de gente. Colores de todas las gamas y tonalidades flotaban libres por ahí, al igual que sus dueños. Había un aspecto que diferenciaba a kilómetros la gente del restaurante de lujo en el que habíamos tomado –eso sí– la mejor pasta de nuestra vida; y este gentío.

Ellos eran valientes. Se arriesgaban, no tenían miedo a destacar, sobresalir y ser lo que les daba la gana. Los estirados de esmoquin negro y copa de champán de doscientos euros la botella no vivían: morían; pues atreverse a desperdiciar de esa manera un tiempo que jamás iban a ser capaces de recuperar era sinónimo de desvanecerse.

—Ten. Aquí deambulan bastantes carteristas. Voy a pedir más cerca del camarero. Podéis sentaos por allí.

Chase depositó en mi mano su teléfono móvil para seguidamente zambullirse en la marea de cuerpos danzantes.

Spence, Miles y yo nos encaminamos hacia un lateral en el que una mesas altas servían de apoyo a las copas de las personas. No había ningún asiento. Supuse que en un lugar así, nadie entraba para simplemente sentarse en un taburete y quejarse de su miserable vida mientras abocaba una botella de whiskey en su boca.

—Tengo que ir al aseo —dije al oído de mi amiga.

Sorprendentemente no tuve que dar muchos codazos para llegar a la puerta de los lavabos.

Dentro, mi bonito sujetador empezó a vibrar.

¿Sería otra llamada de la Tía Chelsea para preguntarle a qué hora llegaría? Si era así, juraba que iría hasta su casa solo para robarle a Dolfy y escribirle en la frente:« ¡Eres una coartada!»

Cuál fue mi sorpresa al ver iluminado en la pantalla el nombre de Bran. Era el móvil de Chase el que sonaba con insistencia.

La pantalla se apagó durante unos segundos, para seguidamente volver a aparecer otra llamada entrante de su hermano. Pude ver que lo había intentando como cinco veces.

E hice la cosa más impulsiva que podría haber hecho.

Descolgué.

—¿Si?

—¡Chase!

—Lo siento, ahora es Manuela.

Silencio ensordecedor después de mi (para nada) brillante broma. 

—¿Quién eres?

—Aeryn. ¿Recuerdas?

Podía escuchar sus engranajes haciendo click al otro lado de la línea. 

—¿Por qué tienes el móvil de Chase? No, sabes qué, no quiero saber eso. Pásame con él.

Si yo hubiera sido otra persona, me habría sentido ofendida, pero como era una Strike, decidí probar sus nervios. Sobre todo, porque al escuchar su voz una vibrante rabia contenida se había extendido hasta los dedos de mis manos.

—¿Ni siquiera vas a ser formal? ¿Ni siquiera un: "Oh, hola, Aeryn, ¡cuánto tiempo! No nos veíamos desde que intenté meterte mano en el cumpleaños de tu exnovio muerto"?

Algo, probablemente una lata de cerveza, crujió cerca de su altavoz.

—¿Se lo has contado a alguien?

—No. Y he tenido la oportunidad. Verás, tu hermano te odia. Hoy hemos tenido una conversación muy interesante en la que tú aparecías todo acosador y le pedías que testificara a favor de vuestro padre. 

—No te atrevas a decirle nada —gruñó—. Sigues siendo la misma pequeña imbécil manipuladora.

—Entonces, eso nos convierte a los dos en el perfecto equipo. Qué pena que me lo pase mejor con tu hermano.

Lo último tuvo justo el efecto que yo quería.

—Como te encuentre te juro que...

—¿Qué? —gruñí esta vez yo. A pesar de que estaba controlando mi temperamento, mi voz sonó más amenazante que nunca—. No vuelvas a pedirle a Chase que defienda a la persona que menos aprecio tiene. Nunca. Y date cuenta de una vez que tu mayor héroe es el villano de la película en un disfraz de padre. Esta conversación está grabada —mentí—. Así que hazme caso, o tu pequeño secreto pervertido sale a la luz.

No le di tiempo para responder. Deposité el teléfono de nuevo en el sujetador. Apoyada en el mármol del lavabo, me miré al espejo.

La realidad de la situación de golpeó como si un chorro de agua fría me hubiera caído encima. 

Lo que acababa de hacer era algo propio de la Aeryn del pasado. La que se preocupaba. 

La persona a la que estaba mirando era una chica de ojos ahumados, labios granates, pelo demasiado largo y despeinado y unos ojos azules con el brillo de tener más de diecisiete años. Era como si otra persona hubiera tomado el control de mi cuerpo durante los cinco minutos anteriores.

Ahuequé las manos para echarme un poco de agua en la nuca. Empezaba a arrepentirme de haber guardado el móvil de Chase en primer lugar.

—¿Había un libro muy envolvente escrito en la pared del aseo o qué? 

Miré a Spencer, que ya tenía una copa en la mano y le daba pequeños sorbos con la pajita. Le entregué el móvil a Chase de forma aburrida y bebí de mi propia bebida. Vodka con limón. Delicioso.

—Sí, era sobre un adolescente molesto que apestaba al fútbol y sacaba malas notas. Para rematar, era rubio teñido.

Miles hizo un sonido ahogado falso, haciéndose el ofendido.

—Me acabas de rompes el corazón en mil, Aeryn Strike.

—Es lo que hago —bebí otro trago de mi copa.

Podía ver a Chase observándome por el rabillo del ojo. Empezaba a sentirme un poco mareada conforme me daba cuenta de lo mucho que la había cagado cogiendo esa llamada telefónica.



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⏰ Última actualización: Jan 10, 2019 ⏰

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