𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 4

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𝐁𝐞𝐫𝐧𝐚𝐝𝐞𝐭𝐭𝐞

Era el día del baile, un cotilleo bastante común que se hace una vez al mes aquí en este dichoso pueblo.
Regularmente solo es para miembros de alta sociedad y altos mandos, para que puedan hacer uso de sus libertades y actuar como les plazca, sin ser juzgados pero sin perder la clase que tanto les caracteriza. Simplemente salirse con la suya.

Había venido aquí de vacaciones, sentirme libre de la tortura de mis padres, los pretendientes y las miles responsabilidades por cumplir para ser una "buena esposa".

Horror.

Pero me emocionaba de igual forma, necesitaba esto. Necesitaba despejar mi cabeza y abrir mis horizontes, era la primera vez que salía sin compañía de un chaperon o alguien que "me cuidara", era un poco de sabor de libertad que necesitaba.

—Estos hombres están muy feos—expresó mi confidente, provocó que todas rieramos a tal comentario—, no hay ninguno con el que quiera bailar.

—Ni siquiera los miles de francos que presumen ganar al año me impresiona—dije moviendo mi abanico como costumbre y como se me ha enseñado usar.

— A ti nadie te gusta Bernadette— respondió ella.

—¿Y como podría interesarme? Solo les interesa una cosa—dije con franqueza— . Yo estoy dispuesta a pasar mi vida al lado de un hombre atendiendo sus caprichos, yo me casaría por amor—afirmé y después me queje añadiendo:—, quiero divertirme un rato, ya estoy cansada de hablar de hombres.

— No puedes darte ese lujo Bernadette. ¿Casarte por amor?

—Ya rechacé dos propuestas, ¿Quieres ver cómo rechazo otra?— dije. Retante y victoriosa.

Apesar de que estaba acompañada de mis únicas amigas, me sentía sola, este no era el lugar en el que yo quería estar. Observaba todo el lugar, tan blanco y puro, pero tan superficial a la vez. Ni siquiera vistiendo mi vestido azul favorito me animaba, pues corría el rumor de mis rechazos hacía los demás, y mi autoestima disminuía con cada día que pasaba. Pero aún así, no quería demostrar que me afectaba, sonreía a cómo diera lugar, hasta que mis mejillas se acalambren si es necesario.

Lo que sea para convencerme de que esto no está tan mal. No paso hambruna y tampoco pobreza, ni otra tragedia a la que tengo que pasar, por muy agradecida que estoy con Dios por eso. Pero si es así, ¿Por qué me siento tan vacía? A veces pienso que sería mejor terminar con todo esto.

Cierto hombre captó mi atención, parecía estar en manada, pero el era el único que destacaba ante mis ojos. Su seriedad reflejaba tanto su orgullo como un aburrimiento por este baile. Deje de mecer mi abanico y me concentré en él.

— ¿Quién es ese?—pregunté.

— ¿Pero que es esto?—preguntó mi confidente con sorpresa—¿Bernadette preguntando acerca de un hombre? — en tono de burla y sorpresa, mi confidente responde mirando en dirección al hombre—, Su nombre es Enjolras. No importa cuánto te interese Bernadette, es imposible.

—¿Imposible?— dudé.

— El está comprometido con sus ideas y sus creencias. Es muy fiel a su independencia— afirmó mi confidente—. Han tratado de seducirlo pero nadie le ha convencido.

𝐇𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞 / 𝐄𝐝𝐝𝐢𝐞 𝐌𝐮𝐧𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora