𝐇𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞 / 𝐄𝐝𝐝𝐢𝐞 𝐌𝐮𝐧𝐬𝐨𝐧

𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 22

Advertencia: Contenido explícito.

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𝔈𝔡𝔡𝔦𝔢 𝔐𝔲𝔫𝔰𝔬𝔫

Su piel suave, su dulce olor a coco embriagante, era único.
Tambaleamos dentro de la habitación a pasos torpes.

Retrocedimos tanto como la l muro nos lo impide.
Su espalda en contacto con la fría pared, aprisionada junto a mi cuerpo, a un costado de la mesita de noche al lado de la cama.

El beso no parece tener final, y dudo mucho que lo tenga.

Parecere un disco rayado pero es un pensamiento que siempre me marca la mente...

Cómo si después de un largo tiempo separados, nos volviéramos a encontrar.

La luz de la pequeña lámpara de noche era baja, produciendo en la pared una sombra con figura similar al de un reloj de arena.

Me detuve por unos instantes descansando mi mano izquierda en su mejilla, Bonnie me tomo de la muñeca subiendo poco a poco hasta quedar sobre mi dorso.

Nuestros alientos chocaban, nuestras frentes unidas y un silencio cómodo.
Siento que el corazón se me quiere salir del pecho.

Mi boca, a centímetros de la suya, disfrutando de los suaves roces con una tentación del mismísimo demonio.

Mierda.

Inspire profundo, la rudeza con el deseo con la que quiero tomarla se apoderan de mi y vuelvo a acortar la distancia entre ambas bocas, me deshice se inmediato en un beso de dos lenguas.

¡Dios mío! quiero complacerla, excitarla. Quiero que grite mi puto nombre.

Sus manos se colocaron en mi pecho, arrastrando los dedos hasta tomar las cremalleras de los bordes de mi chaqueta y despojarla de mi.

Me deshice de mi camisa en un movimiento apresurado, quedando desnudo de la cintura para arriba, y retomo nuestra conexión sujetando con fuerza su menton entre mis dedos.

Mi lengua abrió espacio entre sus labios, permitiendome el acceso aumentando mi frenesí.

Dibujé un largo recorrido de besos desde las suaves  camisuras de sus labios, pasando por la curvatura entre su cuello y hombro. Escuché como exhalaba su respiración con algo de fuerza cuando tocaba con mis labios sus puntos más débiles.

Delice mis manos por su espalda, encontrando el jalador de la cremallera sobre mis dedos, abriendo el vestido, permitiendo que las brisas frías de aire en la habitación froten su piel.

Bonnie comenzó a reír. Su risa me contagio interrumpiendo mi acción con una carcajada, dejando caer mi frente en su hombro. Negué con la cabeza y me distancie de ella  para conocer la razón de su tan repentina gracia.

—¿Por qué te ries? — pregunto entre risas apreciando sus ojos.

—Me dió cosquillas, perdón —responde risueña y avergonzada—. ¿Te molesta? No lo volveré a hacer.

Pasó los dedos por su cabello hacia a un lado para desbloquear la vista.

—No me molesta, preciosa. — tome su cabello y lo coloque detras de su oreja, acunando su rostro entre mis manos para que me observará—. Lo estás disfrutando y de eso... me encargo yo— conclui con una voz suave e imprimí un tierno beso en sus labios.

El vestido comenzaba a aflojarse, los tirantes delgados caían sobre los costados de sus brazos, Bonnie comenzó a quitárselo.

—Yo lo hago —ofrecí.