𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 34

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𝔈𝔡𝔡𝔦𝔢 𝔐𝔲𝔫𝔰𝔬𝔫

Las góndolas altas llenas de paquetes me parecen algún tipo de nivel, algún código que descifrar para tomar el correcto. Sabia muchas cosas. demasiadas cosas. Pero esta noche lo confirme, no lo sé todo. ¿Debería volver a la furgoneta y volver a preguntarle? No quiero molestarla. Como si el dolor que tiene en su vientre no es suficiente como para perturbarle, y todavía molestarla con mis preguntas tan mas obvias.

Estábamos jugando calabozos y dragones. Todo iba de maravilla, al menos para mi, y ella se esforzó en disfrutar el juego. Pero sus dolores la acorralaron en casi toda la partida hasta que se retorció un poco del dolor mientras estaba sentada en mi regazo con el tablero frente a nosotros.

—Lanza los dados, amor. Estas por subir de nivel –alenté a Bonnie y di una suave calada a mi cigarro mientras con la mano libre la sostenía de las piernas. Leía los guiones posicionados por encima de la mesa. Avanzo tanto en unas horas que ya era necesario usarlos.

Sus ojos se iluminaron tanto cuando venció a su primera criatura mágica, me miro con una remarcada sonrisa y sus ojos casi cerrados por la elevación de sus mejillas. Pero fue ahí donde su sonrisa se desvaneció por completo cuando tomo su vientre con la mano y descendió su cabeza al tablero. Ya no podía ocultar el dolor. Aunque en punto me daba la espalda logre ver como limpiaba su mejilla de la lagrima que se había escapado.

—Te llevare a casa. ¿De acuerdo? –pregunto suave. Beso su espalda y palmoteo su pierna, en indicación que se levantara para poder colocarme de pie. Hizo caso y se levantó como pudo. No sabía qué hacer. No tenía ni idea de cómo calmarle el dolor. Sabía que ella no me lo diría, por lo tanto, lo único que se me ocurrió fue acompañarla a casa y estar con ella hasta que me pida que me vaya.

Pero estoy seguro de que eso nunca lo va a pedir. De corazón, espero que nunca lo pida.

A medio camino, se tocó la cabeza con ambas manos y se quejó y se dijo mierda, lo he olvidado. Le pregunte que pasaba y me dijo que había olvidado comprar más toallas ya que en su casa se habían terminado. Nos detuvimos en una farmacia y ella estaba por bajar.

—No –dije cuando abrió la puerta—. Yo iré. Tu quédate. Solo dime que necesitas.

Ahora estoy aquí, en medio de este pasillo lleno de productos sanitarios y femeninos, recordando que fue lo que me dijo. ¿Cómo pude olvidarlo?

¿Se escoge por tallas? ¿Son diferentes? ¿Cómo sé que no le hará daño que contenga tantos perfumes como dicen en los empaques?

—¿Eddie? –alguien me llama casi al final del pasillo interrumpiendo todas las dudas en mi cabeza. Es Nancy Wheeler—. Sabes que es el pasillo de mujeres, ¿No?

Su cara refleja confusión, no entiende que hago aquí, y para serle sincero yo tampoco. No del todo. Se acercó a mí, y al no recibir respuesta alguna se confundió mas. Me quede como un mudo.

Suspiro y relamo mis labios viendo de vuelta los montonales de paquetes. Vuelvo a soltar aire y con un poco de voluntad pronuncio las siguientes palabras.

—¿Puedes ayudarme? –digo, mi voz quiere desaparecer, pero añado: —, por favor.

Me mira perpleja, y parece ser que por unos segundos duda en ayudarme. Supongo que estoy poniendo una cara muy suplicante porque su rostro se suaviza y parecer tener un gramo de compasión por mí.

—Es para Bonnie, me había dicho que quería, pero lo olvide –digo. Viendo por enésima vez los paquetes, por si uno de esos decía justo lo que Bonnie me pidió como requisito.

—Bueno, si ya se le han terminado puedes llevarle este—toma un paquete del estante y me lo da en las manos para que yo pueda examinarlo—. Son nocturnas. Le funcionaran para dormir y para mañana puedes darle estas.

𝐇𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞 / 𝐄𝐝𝐝𝐢𝐞 𝐌𝐮𝐧𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora