𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 46

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𝔈𝔡𝔡𝔦𝔢 𝔐𝔲𝔫𝔰𝔬𝔫

—¿Bonnie? ¿Nena? ¿Dónde estás? —hablaba en voz alta en lo que buscaba a mi novia en la sala de su casa. Me dormí unos minutos después de...
¿Cómo lo llamó porque era tímida para decirlo?... Ah sí, gritos felices.

Y cuando desperté ya no estaba, me di cuenta de que era la una de la madrugada cuando eché un vistazo a mi reloj de muñeca.

Hoy fue mi segunda noche aquí, y... No sé que tan extraño me parezca, pero nos acoplamos con tal naturalidad que parece que hemos vivido juntos por mucho tiempo.

Me dirigí a la cocina y la encontré de espaldas con las manos ocupadas en algo sobre la barra cerca del fregadero. Bon se encontraba en ropa interior con mi camiseta puesta, y yo tenía el pantalón de pijama puesto en caso de que hubiera alguna visita sorpresa... hacía frío también.

Es de madrugada lo sé, pero no sabes que loco puede aparecer en medio de la noche tocando la puerta. O solo me sucede en el trailer porque quieren comprar droga.

—Perdon, te duele. Lo siento —susurraba ella. Escuchaba un cartón siendo arañado.

—¿Bon? —llamé, su cabeza giro un segundo, me sonrió y volvió a ocuparse de lo que sea que tenía en la barra de la cocina.

—¿Te desperté? —pregunto ella sin dejar de hacer lo que sea que está haciendo aún dándome la espalda—. ¿Hice mucho ruido?

—No preciosa. Pero, ¿Qué... qué estás haciendo? —curioso, el sonido de los arañazos sobre una  superficie de cartón me hicieron reaccionar, me moví hacia ella pero de inmediato giró y me bloqueó la vista a lo que estaba haciendo.

—No es nada importante.

Se escuchaba que algo se movía sobre el cartón.

— Bon, ¿Qué tienes en la espalda? —pregunté seriamente pero arrastrando las palabras por el cansancio—. No tienes por qué ocultarlo, no voy a regañarte o algo así.

—No es eso. Además...—volteo de nuevo un segundo, me miró e hizo un gesto desaprobando mi palabra—. Tu nunca me regañas de todos modos.

—¿Entonces quieres decirme qué es?

Otra vez los arañazos, Bonnie no pudo contenerlo más y tuvo que girar para atender lo que sea que tenía ahí. Mi campo visual pudo capturar lo que tenía escondido; un conejo negro, no era grande, parecía tener apenas un mes cuando mucho debido al tamaño. Los dedos de Bonnie estaban manchados de color rojo. Me preocupe que ella estuviera herida y me pregunte si era su sangre.

—Lo encontré en mi patio —comenzo a explicar mientras limpiaba al conejo con un paño blanco manchado de rojo por la sangre—, tiene una pata lastimada y no paraba de sangrar, me arañó pero pude vendar la pata.

—¿En el patio? —dije mientras me concentraba en mirar al conejo.

—Se atoró con un alarme de puas del vecino de al lado. Tuve que sacarlo, no podía dejarlo ahí.

—¿Te saltaste la cerca? ¿En ropa interior? —cuestioné sorprendido.

La cerca del patio trasero mide un metro y medio por lo menos. Y Bon... No es precisamente muy baja pero tampoco es medianamente alta para brincar con facilidad.
Si ella escuchará mis pensamientos se enojaría un poco.

—Nadie se dió cuenta Eddie.

—¿Te lastimaste? —no dude en preguntar. Me acerque más a ella con el objetivo de revisar sus brazos y piernas, no tenía alguna herida más que las cicatrices de sus manos, cuyas heridas comencé a acostumbrarme.

𝐇𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞 / 𝐄𝐝𝐝𝐢𝐞 𝐌𝐮𝐧𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora