𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 25

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𝐁𝐞𝐫𝐧𝐚𝐝𝐞𝐭𝐭𝐞

El sol estaba por desaparecer. El cielo se pinto de gris pues comenzaba a nublarse con densidad.

Estaba destrozada. Me sentía rota de nuevo. Lo que Enjolras se había encargado de reparar fue en vano. Se había roto en un abrir y cerrar de ojos.

Estoy sentada en mi columpio colgado en un árbol, lejos de la enorme mansión en el patio trasero.
Esa enorme casa ante mis ojos dejó de verse como mi hogar.
No quiero volver a entrar ahí.

Mis ojos me pican por las lágrimas, no había parado de llorar desde que papá se fue. El dolor en mis manos era insoportable, tenía la piel en los dorsos reventados por violentos golpes.

Observe las finas líneas de carmín que recorrían mis brazos, provenientes de las heridas en mis manos. Las gotas se derramaron por mis codos manchando mi vestido azul con sangre en la parte de mi regazo.

La áspera y gruesa cuerda blanca del columpio se tiñó del mismo color rojo que mis dedos poseen, dejando un rastro de sangre con todo lo que tocaba como si de pintura se tratara.
Estoy llorando de nuevo.

El dolor me retuerce, cerré mis ojos con fuerza y choque mi frente con la cuerda, en un desesperado intento de aguantar el dolor y rogando a Dios que termine de una bendita vez.

No lo soporto.
Quiero que acabe ya.

Y todo este dolor tiene un culpable.

Mi padre se enteró de mi escape de hace unas semanas; el cotillón de las máscaras. Hubo un par de muertos esa misma noche, no se dió a conocer hasta la mañana siguiente. Enjolras y yo salimos de la capital antes de que el desastre se desatara en las calles.

Los rumores se habían extendido por todo París.
El rumor fue tan destacado que llego a sus oídos en su puesto de trabajo en la corte. Mi padre no tuvo otra solución que el  tenerme en un violento interrogatorio en su oficina.

Mi padre, al no recibir respuesta afirmativa favorable de mi parte, no resistió más la furia y me golpeó ambas manos con un atizador de chimenea.

Toda pregunta que me hacía, era toda interrogante que negaba.

También me cuestionó acerca de con quién había huido. Pues no era la única protagonista de esas falsedades si no que incluyeron a otra persona. Aunque no le dijeron quien exactamente. Estoy segura de que sospechó de una sola persona...

Mi padre tiene un reconocimiento entre sus conocidos como bastante temperamental. Puede llegar a parecer la persona más agradable que hayas conocido, pero en un momento, si las cosas no salen como él quiere es capaz de perder los estribos violentamente.
Cómo lo ha hecho conmigo.

El miedo se apoderó de mi en ese momento, pero apesar de ello, no deje que el nombre de Enjolras se me escapara de mi boca en ningún momento durante el interrogatorio . Todo eso fue en vano al final de cuentas.

El sospecha de una persona.

Una persona que no había dejado de visitarme, de regalarme rosas blancas, una persona que se interesó en tocar el piano conmigo solo para pasar tiempo juntos...

Tengo miedo de que mi padre llegue a hacerle algo. Fue un momento de mucha tensión, perdió la cordura y con la furia que ha desencadenado conmigo, no dudo que pueda hacerle algo de la misma gravedad a Enjolras.

En cuanto terminó conmigo, salió de la casa disparado, echando humos por las orejas, creo que se dirigió a París. Ordenó que alistaran los caballos y el carruaje. Mi madre, no pudo consolarme, no soportó los gritos y se salió a la iglesia.

𝐇𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞 / 𝐄𝐝𝐝𝐢𝐞 𝐌𝐮𝐧𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora