𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 52

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𝔈𝔡𝔡𝔦𝔢 𝔐𝔲𝔫𝔰𝔬𝔫

Los días transcurrían de forma normal, o al menos eso pienso yo. Bon y yo estamos bien, Chrissy se habló con ella y yo para tratar de aclarar las cosas y que todo marchara bien, cuando las cosas parecían resueltas entre nosotros, noté que a Bon no le tomaba tanta importancia. Le pregunté si todo estaba bien, y ella me dijo:

—Claro, ¿por qué no lo estaría?

Cruce los brazos y mi entrecejo se arrugó.

—Eddie, de verdad, estoy bien—ella ríe un poco—. Estoy bien, solo tengo que dormir un poco.

No quería hacerle más preguntas, hay ocasiones en la que puede guardarse muchas cosas y me preocupa que acumule todo dentro de sí misma.

Con el paso de los días, sus ojeras se volvieron más notorias de lo habitual, se hicieron moradas, casi grisáceas, se dormía en lugares que yo consideraba imposibles, por ejemplo; en una ocasión cuando entré a la sala de utileria, la encontré dormida sobre la mesa donde jugamos C&D, se asustó cuando me vio y me pidió perdón. Lo único que hice fue sonreírle y le dije que puede dormir en esa mesa lo que quiera.

Otro día se quedó dormida, de pie, recargada en mi van esperándome. Le pregunté si dormía bien y dijo que solo estaba estudiando mucho, la otra vez me dijo que leía una novela de fantasía y que se había picado con la historia hasta tarde.

El día de hoy no vi a Bon en ninguna parte. Cuando llegue al estacionamiento esta mañana, no la encontré, ni siquiera llegó patinando o con alguna otra amiga, y Max llegó sola en autobús.

Bien, estaba tranquilo, solo se me pudo ocurrir que Bon no durmió anoche y no pudo levantarse esta mañana, prefiero que descanse en casa y pueda dormir mejor.

El día fue tranquilo, los alumnos seguían hablando de Andy y su pequeña situación, otros hablaban del próximo partido del equipo de baloncesto en el que está Sinclair. Hoy es viernes y es día de C&D, pero antes de volver a la escuela, iría a casa a comer algo.

Es habitual que cuando Bon viene a la escuela, como mucho mejor en el almuerzo, incluso mis pantalones están apretándome un poco de la cintura.

En el estacionamiento, cuando estaba por llegar a mi van, alguien me llamó a mis espaldas.

—¡Eddie, espera!—oigo una voz familiar.

—¿Max? ¿Qué puedo hacer por ti, zanahoria?—le cuestiono, con el apodo que le doy espero que no se tense la situación.

—¿Te vas a la casa de Bonnie?

—Eh... no lo sé, ¿por qué? ¿Le sucedió algo?— comienzo a sentir un ligero temblor en el cuerpo.
—No, está bien, se quedó dormida, me llamó hoy en la mañana. En fin, si la visitas, dile que la consejera quiere hablarle, dijo que no ha ido a sus últimas sesiones, ¿sabes por qué?—me comenta con tanta naturalidad.

¿Bonnie visita a la consejera?

—¿A caso no... lo sabias?—parece extrañarle mi confusión.

—No, para nada.

—Bueno, creí que lo sabías, ¿cómo es que no sabes eso?—me pregunta más que por curiosidad parece un regaño—. Da lo mismo. Yo tampoco lo sabía hasta hoy.

Me tomo unos segundos en darme cuenta que sus ojeras están marcadas, similares a las de Bonnie, parece aferrada a su Walkman, y a las hombreras de su mochila.

—Amm... mira, tú y yo la conocemos a la perfección, tiene sus razones. Pero gracias por contarme. Trataré de visitarla hoy para darle tu mensaje. De no ser así, la llamaré.

𝐇𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞 / 𝐄𝐝𝐝𝐢𝐞 𝐌𝐮𝐧𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora