𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 44

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𝐁𝐞𝐫𝐧𝐚𝐝𝐞𝐭𝐭𝐞

Enjolras me encontró sentada en las escaleras a media noche. Estaba llorando, pero no quería hacerlo en la cama y despertarlo, tal parece que noto mi ausencia.

Me encontró abrazándome a mí misma, acurrucándome e indefensa bajo mis propios pensamientos de culpabilidad y depresión. Miré hacia atrás y lo encontré parado, tratando de descifrar que estoy haciendo.

—Lo siento. No quería despertarte –dije en un vago intento de secar mis lágrimas—. En un momento iré a la cama, ¿está bien? Estoy bien...

No dijo una palabra alguna... se sentó a mi lado. Rodeo mis hombros bajo su brazo, apoye mi cabeza en su pecho por debajo de su cuello, y mi llanto no ceso. Su mano acariciaba mi cabello. Mi cabeza ardía en un calor insoportable por la jaqueca de sobre pensar demasiado. Sentí un beso en mi cabeza, y continuó consolándome, sin decir palabra alguna. Solo se quedó conmigo. En uno de mis más vulnerables momentos...quería que esto acabara. Quería que esto fuera una horrible pesadilla y cuando despertara sentiría alivio.

—De verdad creí... que esta vez algo me saldría bien... —susurre y volví a sollozar, sus brazos se convirtieron en mi refugio.

—Bernadette. Despierta por favor –escuche susurrar. Abrí los ojos con lentitud, la luz era cegadora, pero pude acostumbrarme muy rápido al oler un poco de té de jengibre y supe que era la rutina que tenía que realizar como todas las mañanas.

No soy una persona que le agrade mucho el té, no es desagradable, pero no lo bebería ni por antojo. Sin embargo, es un líquido de vital para mi recuperación. Con algo de fuerza pude sentarme en la cabecera de la cama y con un poco de ayuda de Enjolras. Me tendió la taza de té, y comencé a beberlo, su mano acariciaba mi cabello, terminé de beber toda la taza, enseguida tomo la taza de mis manos con cuidado y su mano libre comenzó a tocarme el rostro, buscando indicios de alguna posible fiebre.

—Te lo agradezco mucho –dije con un hilo de voz.

—Es un placer, florecita —Beso mi frente siguió tocando mi rostro.

Aún seguía con el cansancio en los ojos, pero ya no quería seguir dormida.

Él té de jengibre no estaba endulzado por lo que me despertó el gusto instantáneamente

—¿Qué hora es? –pregunte aun saboreando el té.

— Son las ocho en punto, debes recostarte –pidió en un tono suave.

—No puedo, tengo que alimentar a los caballos –trate de levantarme de la cama, pero Enjolras me detuvo.

—Ya los he alimentado por ti. No debes preocuparte –me tomó de las piernas y volvió a colocarlas en la cama lo que me sorprendio, pero igual estoy demasiado cansada como para protestar, asi que solo acepto su gesto como una invitación.

Oí el sonido de la taza sobre algo, segundos después Enjolras cayó en la cama, y comenzó a acomodarse junto conmigo bajo las mantas, quedamos frente a frente uno del otro. Chasquee mi lengua con el sabor del jengibre.

—¿Trabajaras hoy? –pregunté por curiosidad, una vez que suele levantarse no vuelve a acostarse hasta que llega la noche, pero hoy fue la excepción que me lleno de interrogantes en la cabeza.

—No, no iré. Me quedaré contigo –habló suavemente por la cercanía en ambos rostros. Me sostiene la mirada, me mira los labios y luego examina todo mi rostro hasta detenerse en mis labios por una fracción de segundo—. Te ves preciosa el día de hoy.

𝐇𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞 / 𝐄𝐝𝐝𝐢𝐞 𝐌𝐮𝐧𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora