Prólogo.

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Killian estaba cansado.

Todos los días era lo mismo.

Estudiar, ir a casa, estudiar otra vez, dormir y de nuevo estudiar. Su rutina era tan monótona y aburrida que el joven Doncel apenas tenía ganas de salir de casa todas las mañanas. Todos los días era igual. Hacía lo mismo, comía lo mismo, veía a las mismas personas, tenía las mismas conversación. Todo se repetía una y otra vez en un ciclo que ya lo tenía harto. Harto de vivir una vida tan simple siendo descendiente de personas cuyas fueron extraordinarias e increíbles. Sus antepasados fueron personas impresionantes.

¿Y qué era él?

La respuesta a esa pregunta era simple: él era un aburrido Doncel que alguna vez vivió rodeado de lujos heredados de un linaje que tenía poder en cualquier lugar. Killian WildDesert era el más joven descendiente de los reyes deserticos y los nómadas salvajes. Sus padres y sus padres, y los padres de sus padres antes ellos se habían encargado de inculcar a cada miembro de la familia WildDesert que sus antepasados eran personas de poder absoluto. Cada uno de ellos crecía con la certeza de que su apellido era un faro que atraía la atención de todos. Todo el mundo conocía a los WildDesert por ser la familia más poderosa y la única con un linaje implacable.

Lamentablemente la madre de Killian era una desertora que renunció a todas sus riquezas para estar con un simple trabajador de medio tiempo que, al enterarse de su embarazo, la abandonó por una adorable maestra de yoga. Desde entonces ella había vivido como cualquier persona, arrastrando a su hijo a esa vida llena de necesidades y pocos lujos. Para hacer todo peor, la madre de Killian estaba tan enferma que no podía trabajar, lo que dejaba la carga del hogar sobre los hombros de su muy malhumorado hijo Doncel. Su único hijo. A quien le negaron sus derechos como WildDesert debido a la absurda decisión de su madre.

Contrario a lo que muchos creían, Killian era bastante feliz. Claro, sin contar el hecho de que debía usar el apellido de su padre y fingir que no conocía en lo mas mínimo a los WildDesert. Era feliz. A su manera. Aunque no tanto recientemente, porque su aburrida rutina finalmente estaba haciéndole sentir fastidiado. Quería hacer algo con su vida además de seguir la misma rutina todos los días. Pero no podía hacer nada, pues su madre dependía totalmente de él. Y a diferencia de los demás Donceles que se pasaban la vida buscando un marido, Killian quería hacer algo por sí mismo lejos de su madre.

Killian suspiró, limpiando por décima vez el desastre que un niño pequeño había hecho en la sección de helados. Killian detestaba a esos bastardos malcriados, pero no podía hacer nada. En momentos como ese sinceramente se arrepentía de conseguir un trabajo en el centro comercial para "alterar su rutina y hacer algo nuevo". Siendo brutalmente honestos, todos sus conocidos le advirtieron que en ese lugar todos los Donceles eran asignados siempre a las áreas dónde debían convivir con niños. Y todo el que conociera a Killian sabría que el Doncel odiaba con toda su alma a los niños. Ni siquiera sus primos, a quienes había visto solo dos veces en toda su vida gracias al conflicto entre sus familias, lograban caerle bien.

Killian realmente detestaba a los niños. Extraño viniendo de un Doncel, pero era cierto.

Dioses, realmente empezaba a odiar sus impulsividad. Quizás era herencia de sus antepasados. Todos sabían que los Donceles de la familia WildDesert eran hermosos y atractivos, no malhumorados y gruñones como era Killian. Él era realmente gruñón. Pensándolo mejor, era bastante parecido a uno de sus antepasados más lejanos. Kaelin, el Doncel de los salvajes.

Killian terminó de limpiar y se dirigió al almacén con una gran sonrisa (no es cierto, tenía una expresión terrible). En el camino ignoró las muchas miradas que atraía su aspecto. Los Donceles eran llamativos por naturaleza. Killian ni se impresionaba. La verdad es que era indiferente a todo. Ser llamativa simplemente por su anatomía era poco halagador, así que Killian siempre ignoraba toda la atención puesta sobre él y actuaba como si nadie le prestará atención.

Llegó al almacén y se encontró a otro de los Donceles que trabajaba allí. Si nombre era Mitchell, y Killian realmente lo odiaba. No es que el Doncel fuera cruel o algo por el estilos; al contrario, Mitchell era todo lo que gente asumía de los Donceles. Suave, gentil, hermoso e ingenuamente bondadoso. En serio lo detestaba. Era todo lo que Killian odiaba en una persona.

—Oh, Killian— saludó el Doncel con una sonrisa gentil que no fue correspondida en absoluto.

Killian se limitó a mirarlo, ojos vacíos y expresión neutral. Era difícil conseguir una reacción de él. Siempre estaba en blanco. Así era su personalidad.

—E-Eh, ¿t-todo bien, Killian? Te ves algo…— la voz de Mitchell se volvió débil mientras hablaba.

—¿Qué?— escupió Killian, irritado sin una razón específica. Ver a Mitchell le ponía de malhumor. —¿Mi cabello no es lo suficientemente sedoso? ¿O acaso me veo gordo? Dime qué te desagrada de mi apariencia ésta vez, Mitchell.

Las mejillas de Mitchell se ruborizaron por la vergüenza. Es cierto que él siempre hacía comentarios desagradables, pero solo los hacía porque le preocupaba que Killian sufriera algún tipo de prejuicio debido a su aspecto descuidado. Los Donceles no podían verse así de mal. Pero Killian siempre lo hacía.

—S-Solo quería decir que tienes u-una mancha en la camisa.

Killian soltó un gruñido. Eso fue suficiente para mantener lejos a Mitchell.

Killian siguió con su día como si nada. Ignoró a todos los que pudo.

Internamente estaba rogando por qué algo cambiara en su rutina. Ya estaba harto de su rutina. Quería algo, algo emocionante en su vida por una vez. No una vida en la que siempre hacía lo mismo todos los días. Estaba demasiado aburrido.

Quizás le gustaba más imaginar que tendría una vida como la de sus ancestros.

Pero no.

Solo era Killian.

Un aburrido doncel, sin metas ni esperanzas.

La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora